Unos masajes

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Desde la baranda de un balcón, Alastor observaba con una sonrisa genuina a toda la gente reunida en el hall del hotel. Muchísimas cámaras de programas de televisión e incontables periodistas empujándose entre sí para acercar sus micrófonos, todos apuntando hacia Charlotte, quien por cierto; abrumada por tal tumulto de gente, apenas podía hacer avanzar la ceremonia.

Pasado un rato, casi por accidente, las miradas de Alastor y de Vagatha; quien estaba en un rincón cerca frente bar junto a Ángel y Mimzy, se encontraron, no obstante la diversión se vio interrumpida por Anthony, quien se interpuso entre ambos; ante lo cual, el demonio de la radio no hizo más que reír con suavidad y continuar viendo todo el espectáculo mientras disfrutaba de una taza de café.

Aunque después de un buen rato, su paz terminó siendo interrumpida.

— ¿En serio me has traído a este hotel de mala muerte para quedarte mirando mientras Niffty y la princesa hacen todo el trabajo? —era la inconfundible voz de Husk, quien se acercaba a Alastor desde el pasillo, con un negroni en la mano.

— Ah, pero si es el genuino e imponderable Husker —dijo dándose vuelta mientras el demonio gato se ponía cómodo contra la baranda junto a él— me encargué la noche anterior de que todo esté preparado para el evento.

— Primera vez que te veo escapar de la vista pública —le dio un sorbo a su trago— de costumbre, es la morralla la que huye de ti.

— Esa es precisamente la razón —volvió a ver hacia el hall y fijó la mirada en Charlie— cuando llegué aquí, no tenía más expectativa que la de ver a los pecadores hundirse aún más en el barrial que ya los ahogaba —por un momento su voz tomó un tono macabro—. Pero, ya hemos llegado demasiado lejos como para sólo dejar que se arruine todo.

— Hahahah —la risa de Husk hizo que Alastor levante una ceja— ¿Estoy hablando con el mismo sujeto que torturaba pecadores y transmitía sus gritos de dolor por radio, solo para divertirse?

— ... —él solo lo miraba de reojo, evidentemente fastidiado, a pesar de la sonrisa.

— Has cambiado desde que llegaste aquí —esas palabras hicieron enojar al demonio, quien hizo sonar la estática de radio mirándolo directamente. Husk dejó de carcajear y con una sonrisa irónica hizo un ademán con las palmas de las manos para que se calme— oye, no quería herir tus sentimientos.

— ¿Por qué no mejor —a medida que hablaba, la estática disminuía, hasta que su voz volvió a la normalidad— me recuerdas a qué hora vas a abrir el bar?

— Definitivamente más tarde de lo programado —miró a su reloj y luego al público con mucho relajo, como si su vida no hubiera estado en peligro hace unos segundos— ya todo se salió de itinerario, casi el infierno entero está aquí.

— De manera muy literal —añadió Alastor— vinieron pecadores de todos los círculos.

— Y eso que no todos los hospedados ascenderán —Alastor se paró completamente derecho con las manos en la espalda y dio un suspiro pesado con muchísimo disgusto después que Husk dijera eso— ¿Qué? ¿Hubo problemas acaso?

— Al menos, la mayoría de los rezagados se lo tomaron con dignidad —dijo mirando al techo— pero en fin, soy feliz cuando no pienso en eso.

— ¿En serio? hahahaha —bebió el resto de su trago y dejó el vaso sobre la baranda, para luego apoyar ambos codos sobre la misma, dándole la espalda al público— dime quienes son y así les damos "unos masajes".

— Veo que no puedes dejar esos días atrás, querido amigo —contestó burlón mirándose las uñas— pero no me puedo ocupar de esa clase de cosas de momento —hizo aparecer su bastón y se retiró hacia el pasillo.

El sexto circuloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora