Que empiece el baile

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Charlotte se despertó temprano ese día, antes del amanecer, tras ducharse y vestir su conjunto deportivo¹; salió de la habitación para encontrarse con Husk quien dormía acurrucado sobre sí mismo, abrazando su cola, en uno de los sofás del pasillo. La escena le pareció muy tierna, así que no lo molestó, solo dejó una toalla y una copia de la llave para entrar a la habitación junto a él silencio antes de irse.

Se dirigió entonces al gimnasio del hotel, que se encontraba un par de pisos más abajo; y con una sonrisa muy animada se encontró con que estaba nadie adentro, era todo para ella. 

Así que se amarró bien el cabello y comenzó a calentar las articulaciones brevemente antes de ir a la maquina trotadora unos 10 minutos. Ese sería un día muy agotador así que no hizo ejercicios muy pesados, ese día se enfocó principalmente en las piernas² con prensa inclinada, estocadas con mancuernas y puente con barra; lo cual complementó también con abdominales y flexiones de brazos. 

Rutina le tomó poco más de hora y media, cuando el sol estaba comenzando a asomarse por el horizonte y la luz entraba por la ventana del gimnasio, ella decidió culminar el entrenamiento con saco de boxeo. Pero claro, ella no era muy buena peleando así que se quedó de pie frente al saco dando un par de golpes que no lograban más que hacerle daño en los nudillos.

— ¿¡Cómo es que Husk lo hace ver tan fácil!? —dijo sobando el reverso de sus manos.

— Lo primero es pararte bien —dijo una voz grave desde atrás de ella, al darse vuelta; se encontró con Husk, quien vestía pantalones deportivos y una tanktop³. Él se acercó a ella con su expresión tan desanimada de siempre— pareciera que nunca has estado en una pelea.

— ... —lo miró disgustada un segundo antes de ladear el rostro hace un lado con los brazos cruzados.

— ¿Sigues enojada por lo de ayer? —preguntó divertido acercándose a ella con las manos en la espalda, a él le parecía muy gracioso verla enojada— No seas una niñita hahahahah.

— ... —ella le dio la espalda del todo y levantó los hombros, parecía estar poniéndola incómoda.

— Princesa... —había comenzado a molestarse por la reacción que ella estaba teniendo, pero se detuvo cuando se vio a sí mismo en el espejo del gimnasio, ella se veía muy triste; ante ello, su mente comenzó a llenarse de viejos recuerdos— Está bien princesa... Lo siento... 

— Qué sientes... —fue una pregunta, pero sonó más bien como una afirmación, pues no parecía estar convencida. Él por otra parte, se acercó mientras sacó algo de su bolsillo.

— Que este camino de redimir a todos estos idiotas debe ser muy difícil —tomó gentilmente una de las manos de la princesa y comenzó a envolverla con una venda— y yo no lo hago precisamente placentero.

 — ... Bueno —dijo tras un suspiro apesadumbrado, mientras lo veía cubrir su muñeca y nudillos con la venda— tienes razón.

— ¿En lo de que es difícil o lo de que soy fastidioso? —al terminar, comenzó a envolver su otra mano. 

— Hmmm... —miró al techo pensando unos segundos, tras lo cual volvió la mirada hacia él, aunque ceñuda sonreía divertida— Tienes razón —reiteró.

— ¡Hahahaha! —su risa resonó por todo el gimnasio. Tras terminar de preparar los puños de la princesa, Husk fue a recoger unos focos que se encontraban al fondo junto a otros implementos y los puso en sus manos— Ahora, tengo la certeza de que esa disculpa no es suficiente para dejarte en paz...

— ¿Para qué son esas cosas? —preguntó mientras lo veía acercarse.

— Son para sacar el resto de la ira que aún queda adentro —dijo mirándola fijamente, adoptando una postura firme con las piernas separadas y levantando una de las almohadillas frente a ella— adelante, golpea.

El sexto circuloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora