Fiona tropezó un poco de espaldas y tragó saliva con fuerza. Miró el físico de aquel lobo enorme que caminó un poco hacia la entrada antes de empezar a correr hacia donde estaban los caminos a las montañas. Por supuesto, todos se iban para tener mejor acceso a la luz de la luna mientras Fiona se tomaba su tiempo para volver a preguntar.
—¿Sabes quién es? —Y, esperó, preguntándose si su loba le respondería.
—¿Cómo voy a saberlo? No lo he visto antes, pero no te atrevas a acercarte a él... —Su lobo le advirtió y Fiona tuvo emociones encontradas. Su loba le habló por primera vez y dio a conocer su presencia. Y, ella vio a su compañero por primera vez.
Todo parece surrealista.
—¿Por qué nunca me hablaste? ¿Tienes alguna idea...?
—Sé lo que estabas sintiendo Fiona. Soy literalmente tú —Fiona inhaló bruscamente y caminó débilmente hacia un banco en el césped.
—¿Qué crees que vamos a hacer? Nunca pensé que la diosa de la luna nos daría un compañero...
—Y, sin olvidar que es un alfa. Déjame que te aclare esto. No vamos a ir tras él. Ya sabes lo que somos —Fiona se sentó mordiéndose la boca. Cuánto quería correr tras él, pero no había manera de que pudiera hacerlo.
—Sí, no podemos ir a verlo —Fiona como que preguntó, pero no hubo respuesta ahora. Ella podía decir que su loba estaba enojada—. Sé que estás aquí. No puedes dejarme así. ¿Crees que es fácil para mí? Eres lo único que tiene que atraparme.
Lágrimas calientes llenaron los ojos de Fiona antes de que su boca temblara. Su lobo se negaba a hablar con ella. Ninguno de los dos lo había visto venir. Las nubes se alejaron otorgando a Fiona la luz de la luna.
Inhaló bruscamente antes de sentir un dolor agudo que irradiaba su espalda. Fiona se estremeció y respiró con dificultad. Se daba cuenta de que esta vez su loba intentaba apoderarse de ella con un poco más de brusquedad.
No habían pasado diez minutos cuando Fiona bajó la vista y se miró las patas. Era la primera vez que no se cambiaba en un sótano oscuro. Podía sentir su lobo un poco más fuerte hoy. Pero fue sólo cuando sus patas no tenían movimientos descoordinados que Fiona se dio cuenta de que no era ella caminando.
—¿A dónde vas? —Fiona que no estaba acostumbrada a que su lobo tomara las decisiones se apresuró a preguntar, pero su loba no le respondió.
—No deberíamos ir por allí, podría haber bestias callejeras. ¿No hablas en serio? —Fiona quería quedarse en la mansión donde apenas podía sentir a nadie.
Su loba sólo gruñó por sus tonterías antes de empezar a correr.
—¿Cómo te llamas? —Fiona preguntó, pero su loba sólo aulló más fuerte esta vez.
Ella podía sentir que todos los lobos estaban muy por delante de ella. No había manera de que pudiera encontrarse con nadie. Pero su corazón latió rápido una vez que captó su sentido. Era fuerte y no fue realmente difícil para ella elegirlo. Fiona se preguntó si era porque él era su compañero.
—¿A dónde vas? Dijiste que no podíamos verlo. Tú misma lo dijiste —Fiona se quejó, pero solo encontró a su loba haciendo su camino hacia el olor cuidadosamente.
Fiona podía decir que debía estar yendo hacia la cima. Su loba se quedó mirando el terreno que lleva a la cima por un momento antes de empezar a caminar hacia el valle.
Encontrando a su loba tratando de contener sus sentimientos Fiona trató de confiar en sus entrañas. Solo un momento después, Fiona estaba mirándolo con el cuello un poco alto. Él estaba parado a su izquierda, pero en un puesto muy alto.
Quiso tomar su forma de loba, pero al darse cuenta de que su lobo estaba sollozando no lo intento y la dejó tener su momento. Fiona vio a su compañero con sus ojos de lobo y lo que se despertó en ella fue la atracción que nunca sintió por nadie.
La distancia entre ellos podría haberse acortado con sólo unos segundos. Pero parecían eones. Y, con esto Fiona se pregunta si ella y su loba estaban viendo a su compañero por última vez porque no había manera de que ella se quedara en Gotham dándose cuenta de que él vivía aquí.
Fiona no molesto a su loba cuando decidió caminar más hacia el valle abajo. Ambas sabían que iba a ser seguro aquí porque nadie podría estar aquí evitando la luz de la luna. Era de sentido común. Y cuanto más se adentraba en el valle, mejor podía ver a su compañero.
Su loba estaba mirando a su compañera sin pestañear cuando tropezó con una roca adelante y se lastimó la cabeza.
—¿Estás bien? —Fiona preguntó, pero su loba se apresuró a mirar a su compañero. Y, Fiona no pudo evitar mirarlo también. Tenía una gran constitución y no pudo evitar preguntarse cómo se sentiría contra ella. Su loba podía sentir la lujuria de Fiona agitándose dentro de ella.
Ya tenían diecinueve años y en algún lugar profundo de su interior siempre había anhelado este vínculo. Era como si hubiera estado sedienta durante los últimos nueve años e incluso ahora no pudiera beber un trago de agua cuando la tenía literalmente delante.
—Y, pensé que tendría poco control —susurró Fiona y su loba gruñó un poco. Pudo oír a alguien acercándose y su lobo miró a su espalda también—. No significan nada bueno, Ruth.
—¿Ruth? —Preguntó su loba sólo para que Fiona le explicara.
—Te llamé Ruth... ¿no lo sabes?
—No me gusta —Su loba intentó mostrar los dientes como elemento disuasorio para los lobos que se acercaban a ella, pero ya podía ver a cuatro fuertes machos acercándose a ella.
—Haz algo, Ruth... —La vista de Fiona estaba toda amarilla y trató de hacerse cargo al mismo tiempo preguntándose si podría ayudar. Su lobo gruñó y se mantuvo fuerte sólo para que uno de ellos saltara sobre ella. Su loba no pudo evitar un fuerte aullido pidiendo ayuda en el momento en que sintió como uno de los más altos le clavaba los dientes en el cuello.
Los otros la hacían circular y ambos no pudieron evitar mirar de nuevo hacia arriba. Su compañero estaba allí de pie como si sus gritos de auxilio no le llegaran.
Ruth intentó zafarse, pero recibió un puñetazo de otro lobo.
—¡Déjame! —Fiona intentó enlazar su mente con cualquiera que pudiera oírla y trató de despertar su lado humano. Ambas querían ver dónde estaba su compañero, pero los lobos que estaban cerca de ella les impedían la visión.
El que tenía su cuello en la boca se negaba a irse. Era una forma de pedirle que se sometiera a Ruth, que se negaba a ceder. Al menos, esto era lo que le gustaba a Fiona del lado de Ruth.
Era feroz y no cedía ante el dolor. Pero esta vez otro lobo vino a darle una patada en la cara y ella se llevó la cabeza al suelo.
—¡Déjame! —Gritó Fiona mientras Ruth sólo gemía cediendo esta vez al peso sobre su espalda.
Al no encontrar escapatoria intentó morder al que se acercó a su boca. Pero él parecía un luchador y consiguió darle otra patada en la cara. La coordinación entre Ruth y Fiona era inexistente. Se suponía que eran una sola persona como una mano con ambos lados, pero no había tal cosa.
Antes de este día no tenían ninguna comunicación y ahora Fiona tenía que lidiar con toda una criatura dentro de ella que tiene su propia mente pero que era literalmente ella misma.
Y, justo antes de que Ruth pudiera derrumbarse, la que estaba a poca distancia se fue volando.
Ruth abrió los ojos para fijarse en la tierra que volaba antes de mirar fijamente al par de ojos dorados que la hacían en ese mismo momento.
Supo que estaba acabada cuando él aulló mirándola:
—¡Mate!
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Bound to the Alpha
RomanceFiona gimoteó un poco y abrió los ojos. -¿Cómo te llamas ojiazul? -Una mirada a su alrededor hizo que ella tirara de las sábanas hacia su pecho. -¿Qué hizo? -pero aquellos ojos la retuvieron y se estremeció cuando él le levantó la barbilla. -Felicid...