Addie suspiró mientras escuchaba la voz del profesor Pascal de fondo, sus palabras se desvanecían en el aire. El aula estaba tranquila, solo el suave zumbido de las luces y el ruido ocasional de alguien tomando apuntes interrumpían el silencio. Era una tarde de viernes, y el cansancio de la jornada académica la había alcanzado por completo.
Miró por la ventana y vio cómo la poca luz se filtraba a través de las ramas de los árboles, creando patrones de sombras danzantes en el suelo. El día parecía hermoso allá afuera, las gotas de lluvia resbalaban por el vidrio de las ventanas y el petricor se filtraba en el aire.
Bella, quien estaba a su lado, notó la expresión distante de Addie y le puso una mano en el brazo para llamar su atención.
—¿Estás bien? —preguntó Bella en un susurro.Addie parpadeó un par de veces y dirigió su mirada hacia Bella. Asintió con un gesto cansado.
—Sí, solo estoy agotada —confesó en un tono igualmente suave—. Esta última clase parece que nunca termina.
Bella asintió comprensiva y le ofreció una sonrisa tranquilizadora.—Creo que te preocupa más ver a tu madre que lo cansada que está siendo la clase.—le dice Bella y Addie suspira metiendo su cabeza entre sus brazos apoyándose en el pupitre.
—Tal vez tengas razón —admitió Addie desde su posición recostada en el pupitre.
—Entiendo cómo te sientes. Tu madre puede ser un tanto... impredecible. Pero recuerda, no estás sola en esto. Siempre puedes contar conmigo. —Bella le ofreció una sonrisa alentadora.
