CAPITULO 20

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RENCOR Y VENGANZA

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Antonella Rinaldi

Ojalá se pudiera detener el tiempo, quedarse en ese momento dónde la vida parece darte dos segundos de paz, dónde todos los demonios que te atormentan se callan, dónde todas las preocupaciones se apagan y donde solo puedes ser tú. Ese sentimiento era desconocido para mí desde años atrás, casi siempre estaba atormentada por lo que pudiera pasar, pero cuando conocí a Walter hubo algo, gracias a él conocí a profundidad ese sentimiento de paz mental.

Antes esa paz la tenía cada vez que practicaba en la tela acrobática, pero cuando Walter llegó… ese sentimiento se volvió constante, estar entre sus brazos era el analgésico que calmaba mi cabeza, alejaba todo lo malo y me dejaba en total tranquilidad. Sería más fácil decir que su casa era mi lugar seguro, pero no; realmente era Walter quien me daba esa tranquilidad.

Pero después de los sucesos que acabaron con nosotros, ese sentimiento se esfumó, es como una leyenda para mí, y ahora volver a sentirlo fue una recarga de energía, algo que me dice que puedo ser feliz. Se que no debería estar aquí, se que no debería haber hecho lo que hice, pero joder… creo que me gane esa noche llena de paz, pude contarle a Walter como me sentía y no me juzgo, incluso en esa pequeña conversación sentí que aún podía haber algo que rescatar.

Walter es ese tipo de personas que si lo conoces lo suficiente, te ayudan a cargar el peso que llevas sobre los hombros. Y está noche él hizo eso, cargó con el peso de la culpa y la desesperación, dándome una noche inolvidable; no había podido dormir en toda la noche, no quise hacerlo. Preferí quedarme despierta, mientras veía a Walter dormir, detallé su rostro que aunque ya conocía me gustaba prestar atención a los detalles.

Sus labios rosados, su barba siempre bien cuidada, cejas pobladas, pestañas largas, el cabello que le caía sobre la frente. Mis dedos recorrían sus mejillas, la barba me pinchaba la piel y me gustaba sentirla incluso cuando me besa, sonreí inconscientemente cuando frunció ligeramente las cejas, se remueve un poco atrayéndome contra su pecho y hundiendo su cara en mi cuello. Entonces, al ver por su hombro me di cuenta de que el sol ya estaba saliendo, el cielo teñido de un color rosado avisaba el amanecer.

Sabía que ya era momento de volver, me molestaba tener que hacerlo pues nuevamente volvía a esos momentos donde mi felicidad es efímera, pero también sé que hay mucho en juego y no puedo darme el lujo de cometer los mismos errores que años pasados. Aunque el plan que le mencioné a Walter tenía algo emocionante, sabía que era una mala idea.

Con cuidado me alejé de Walter, él aún dormido me soltó y salí de la cama, tomé mi ropa esparcida por el piso antes de salir de la habitación. El penthouse estaba siendo iluminado por la mañana, en el baño lave mis dientes y arregle mi cabello.

Mientras me colocaba el abrigo reconozco la invitación que descansa en la madera de la mesa, su boda sigue en pie tanto como mi compromiso y eso me recuerda que debo empezar los preparativos de la boda. Alcanzó una hoja de papel y dejó una nota para Walter, antes de aplicar labial rojo sobre mis labios y dejar un beso en la hoja.

Recogí mi bolso antes de abrir las puertas del elevador, abajo ya me esperaban, reconozco la camioneta y la puerta trasera que ya está abierta. Al subir me encuentro con los tres pares de ojos que no dejan de mirarme con cierto enojo.

—Dejen de verme así.—cerré la puerta

—Si Edmond se entera nos va a cortar la lengua y nos sacará los ojos.—se quejó Zara

—Creí que habías aprendido.—añadió Gerónimo

—Te gusta jugar con fuego y no olvides lo que pasó la última vez.—se metió Adal

OBSESIONES QUE MARCAN [2°] [EN CURSO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora