CAPITULO 9

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RESURECCIÓN

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Antonella Rinaldi

Marsella, Francia.

Después de refrescarme me puse una falda de tubo junto a un top de manga larga, todo en color negro; Edmond y yo bajamos al comedor dónde ya nos esperaban Gerónimo y Zara, el francés se sentó a la cabeza de la mesa y yo a su derecha, las empleadas no tardaron en aparecer para servir la comida.

—Deberían contarme en como se hicieron amigas.—sugirió Edmond

—Bueno, cuando Antonella ingreso a prisión la ubicaron en mi celda, y yo la reconocí de inmediato.—relató mi amiga—. En esos momentos me di cuenta de que debía ayudarla ya que muchas la tenían en la mira por ser la nueva, al poco tiempo se ganó el respeto de todas.

—¿Y cómo fue eso?

—En una pelea con una mujer que era la jefa, aunque no se porque si acabe con ella en un abrir y cerrar de ojos.—comenté mientras empezaba a comer

—Todas se quedaron loquisimas ante la pelea.—agregó Zara—. Es una mujer muy peligrosa.

—Oh, créeme que lo sé.—Edmond me guiñó un ojo—. No pude escoger mejor compañera.

Cómo cosa rara la comida es amena y hay varios temas de conversación, entre ellos mi estadía en prisión y en cómo Edmond ganó terreno todo este tiempo, guardo varios datos importantes como por ejemplo que un grupo terrorista de Afganistán fueron los principales en ayudarlo; algunas cosas como que tomo distancia de Fiodor y a día de hoy la mafia rusa está literalmente extinta, pues el ruso no hizo nada por impedirlo.

Al terminar Gerónimo y Zara se despiden para después irse, me quedo sola con Edmond y juntos nos vamos a la sala de estar donde supongo iniciarán temas importantes como que haré en el clan o algo así.

—Mi reina, tengo algo para ti.—dijo mientras de su blazer sacaba una billetera—. Odiaria que no pudieras comprar tu ropa o cosas así porque te de pena pedir dinero, así que está tarjeta es para ti.

Me extiende la tarjeta de crédito, la recibí con una gran sonrisa como si esto fuera lo más importante para mí.

—Mi rey, no es necesario.

—Claro que lo es, además con esto puedes pagar todo para la boda.—sus palabras me erizan la piel—. Hazla a tu gusto, no tiene límite.

Estreche la tarjeta antes de irme encima del hombre, me recibe con los brazos abiertos y se relaja bajo mi cuerpo cuando repartía besos por toda la cara; en ese momento mi mente me hace una mala jugada y en vez de ojos castaños terminó viendo unos ojos verdes y una barba bien cuidada, parpadeó varías veces hasta que la confusión de Edmond aparece.

—¿Estás bien?—su mano acarició mi mejilla

—Si, si.—mentí—. Es que me llene de emoción, es todo.

—¿Tienes una fecha próxima para casarnos?—escondió un mechón de cabello tras mi oreja

—Bueno, no estaría mal antes del invierno.—mencioné

—Suena interesante, tal vez en dos meses o antes.

—¿Tan pronto?

—Mejor temprano que tarde, así que se rápida con eso de la boda porque ya quiero tenerte entre mis brazos.—sus labios rozan los míos

—Entiendo, ¿algo que desees en especial para ese día?

—Mmm.—piensa—. Pastel de zanahoria.

«Que asco», ni los años le quitan el mal gusto.

OBSESIONES QUE MARCAN [2°] [EN CURSO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora