Prólogo.

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Siente que ya se está arrepintiendo de su decisión al bajar del barco

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Siente que ya se está arrepintiendo de su decisión al bajar del barco.

Sus extremidades tiemblan sin igual y sus dientes rechinan al apretarlos con fuerza. No sabe con exactitud si tirita por el frío extremo o por la inconfundible sensación de miedo puesta en su pecho.

—Roier.—lo llamó aquel hombre.— ¿Estás seguro de querer hacer esto? Aún podemos dar la vuelta y regresar.

De inmediato negó con la cabeza.

—Prefiero morir congelado.—admitió con una ligera sonrisa.— Noruega es un paraíso entero a comparación de vivir toda una vida atado a alguien.

El contrario no quiso insistir más ante las peticiones del castaño, así que, asintiendo en silencio él rebuscó entre el barco algo que guardó para entregarle. Tras encontrarlo, tomó entre sus dígitos una capa color negro, extendiendola al tembloroso castaño.

—No puedo creer que hayas olvidado lo más importante de empacar.—le recriminó.— Estás loco.

—¡En serio muchas, muchas, muchas gracias!—Roier tomó con rapidez esa cálida capa qué una vez puesta en su piel se sentía como una delicia.

Sin embargo, aquella sonrisa no duró demasiado.

—¿Todo este tiempo tuviste una capa extra para mí y no me la diste?

Su acompañante solo le sonrió con diversión.

—Es un pago extra por arriesgarme a traerte hasta aquí.

El castaño no tardó en darle un golpe en el hombro al contrario quién de inmediato comenzó a reírse en su cara.

—¡Eres un imbécil, Philza! 

Con una nueva molestia el castaño se cruzó de brazos.

—¡Ya, ya, ya! ¡Perdón!—el rubio se talló ligeramente el rostro para evitar más risas.— ¡Fue muy gracioso!

—¡Me estaba congelando de frío!—le recriminó Roier.

—No fue mi culpa, ¿okay?—comentó el rubio haciendo una pequeña mueca para evitar más risas.— En fin, volvamos a la parte seria.

El humor del ambiente cambió después de aquel comentario. Roier permaneció callado, atento a lo que el rubio tendría por comentar.

—Si se enteran de que te traje hasta aquí, me mandarían a matar por traición.—comentó Philza.— Así que, para evitar sospechas, estaré viniendo aquí una vez cada dos meses a traerte suministros y a verificar que sigas con vida, ¿me entendiste?

Asintió en silencio.

—Entonces, es todo de mi parte, príncipe Roier.—con dramatismo el rubio finalizó.

El castaño no pudo evitar una pequeña risa. Se acercó al finalizar el drama ajeno y le dio un fuerte abrazo a su compañero.

—Te quiero.—comentó el castaño recargando su barbilla en el hombro ajeno.— No vayas a cometer ninguna idiotez en el castillo mientras no estoy, ¿okay?

𝑭𝒐𝒓𝒔𝒂𝒌𝒆𝒏 ן 𝑮𝒖𝒂𝒑𝒐𝒅𝒖𝒐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora