Diez.

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Bañar y curar al pelinegro no fue tan difícil como pensaba

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Bañar y curar al pelinegro no fue tan difícil como pensaba. En realidad, él era bastante ligero, así que pudo acomodarlo con facilidad dentro de la cabaña al terminar.

Y lo mismo le gustaría haber dicho del más alto.

Pero apenas le había puesto las manos encima para empezar a bañarlo, él despertó y lo recibió con un fuerte golpe que lo descolocó de su lugar.

Es así como había comenzado una absurda lucha dentro del baño.

—¡QUACKITY!—le gritaba el vikingo con la esperanza de ser oído.

—¡Cállate, cabrón! ¡Te juro que te voy a rematar!—no tardó en darle un buen golpe en la nuca para tratar de desmayarlo.

No obstante, no funcionó muy bien esa técnica debido a la diferencia de tamaños y de fuerzas. Fue inevitable el terminar en el frío piso con el más alto encima de él, siendo totalmente aprisionado.

Así, ambos permanecieron en un silencio incómodo, viéndose fijamente.

Podía percibir a kilómetros de distancia las feromonas del contrario y eran... ¿De angustia?

—¿Dónde están los demás?—cuestionó el más alto.

Roier abrió sus ojos con completa sorpresa de oír su idioma nuevamente.

—¿De qué hablas? Ustedes dos eran los únicos que Cellbit me trajo...—murmuró con desconfianza.

—¿Solo Quackity y yo sobrevivimos?—la voz del más alto parecía temblar.— ¡Responde!

El castaño lo agitó.

—¡Ustedes eran los únicos vikingos enemigos con vida!—exclamó con frustración.— ¡¿Puedes dejar de agitarme?!

Su petición fue escuchada cuando el contrario lo dejó de agitar. Y, en vez de recibir otro jalón, recibió unas lágrimas cayendo en su rostro.

El chico estaba llorando.

—Con una mierda.—maldijo entre lágrimas.

Roier permaneció quieto, incrédulo de las lágrimas ajenas.

Quería ignorar como su pecho se encogía y como su corazón parecía entender el sufrimiento del vikingo. Pero, ¿de qué serviría decirle algo?

—Todo esto es tu culpa.—el más alto bajó sus manos hacia el cuello contrario y lo apretó.

Apretó con tanta fuerza que lágrimas cayeron de los ojos de Roier, mismo quien buscaba zafarse del agarre del contrario, empujando y arañando su rostro, sin demasiado éxito. La falta de aire lo estaba debilitando de una manera tan humillante que lo hacía pensar que si le rogaba al enemigo, tal vez viviría para contarlo.

—Cuando Quackity te golpeó y te dejó en la nieve, tú parecías con tantas ganas de morir.—relató con furia.— ¿Pero ahora si quieres vivir con el peso en tu consciencia de qué miles de personas murieron por tu culpa?

𝑭𝒐𝒓𝒔𝒂𝒌𝒆𝒏 ן 𝑮𝒖𝒂𝒑𝒐𝒅𝒖𝒐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora