Cuando Laetitia conoció a Marc jamás imagino que tarde o temprano acabaría sintiéndose atraída por él. Ese amor prohibido, ese sentimiento de culpa, esas ganas de huir bien lejos. Él no pudo dejar de mirarla, Marc quiso adentrarse en el mundo de ell...
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— Hola amor —Carmen me agarró del cuello y estampó su boca contra la mía.
— ¿Qué tal las clases? —pregunté como ya era rutina cada viernes —. ¿Todo bien?
— Sí, sin novedad. Mira, ven que te presento —en su cara se instaló una linda sonrisa, se echóhacia un lado y agarró del brazo a la chica que teníajustodetrás.
Era morena, con el pelo por debajo del pecho, tenía el característico corte mariposa que hacía que sus facciones se vieran muchísimo más resaltadas. Aquellos ojos café hipnotizaban, era bajita y se notaba que practicaba algún deporte, tenía un rostro muy aniñado aunque desde unprimer momento pude apreciarsu cara de mala hostia.
— ¿Es...? —intenté recordaraquel nombre, pero fue imposible. Carmen siempre la llamaba "tata" y para mí su mejor amiga era "la tata".
— Laetitia —dijo mi novia algo mosqueada —. Marc, ella es Laetitia, mi mejor amiga —me acerqué por educación y le di dos besos. Joder, que bien olía, aquel perfume me volvió loco los pocos segundos que estuve cerca de ella —. Tata, él es Marc, mi novio.
— Encantada —sonrió con falsedad y volvió a focalizar toda su atención en el móvil.
Rodé los ojos y me centré en Carmen, la cual me estaba contando súper emocionada todo acerca de su fiesta de cumpleaños. Aunque aquella conversación se terminó debido a que un BMW se estacionó justo delante de nosotros. La mejor amiga de mi novia se subió en el asiento del copiloto y le dio un abrazo alhombre que estaba conduciendo, intuí que era su padre.
— Nos vemos en un rato amor —se despidió Carmen antes de darme un beso corto en los labios.
— Hasta dentro de un rato, guapa.
Me quedé observando como el coche se alejaba y aunque en aquel momento debería estar ansioso por celebrar el cumpleaños de mi chica, mi mente solo hacía que pensar en su amiga y en cómo se me quedó grabada su imagen en la cabeza y nada ni nadie hizo que pudiera pensar en otra cosa que no fuera ella.
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Salí del trance en cuanto Fermín dio una curva más rápido de lo normal. Recordar lo vivido un par de horas solo hizo más que nublarme la mente y rayarme más de lo que ya estaba.
