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— ¡Muchísimas gracias por todo! —sonreí aguantando las lágrimas mientras abrazaba a la que fue mi entrenadora durante cinco años.
— Hoy no se acaba tu vida Laeti, sino que empieza. Disfrútala y vívela al máximo. Exprime todas y cada una de las oportunidades que te dé la vida, vales oro —me agarró la cara con las manos y depositó un beso en mi mejilla izquierda.
Volví a agradecerle todo lo que hizo por mí durante tantos años y me despedí de ella sintiendo que estaba dejando una parte de mí. Último entrenamiento, última oportunidad para recular y seguir viviendo la vida que creía que era la mejor. Dejar la gimnasia artística fue una decisión que me costó mucho tomar y a sabiendas de todo lo que había causado en mí. Fue mi salvación durante tantos años que renunciar a lo que me daba energía y ganas de vivir supuso en mí sensaciones inexplicables. Mientras caminaba sentía que estaba dejando un pedazo de mí allí y no pude evitar pensar en si estaba haciendo lo correcto o no. Fue como si mi vida en aquellos momentos volviera a no tener sentido y todo lo que quería, fuera puesto en duda. Tomé la decisión, creía estar segura de hacerlo, pero siempre existe ese miedo a lo desconocido. Mi refugio se convirtió en lo más importante para mí, vivía por y para la gimnasia artística, competía y era buena, quizás demasiado y nunca supe valorarme. Gané un montón de campeonatos, era feliz, pero me cuestionaba a diario porqué me costaba tanto aceptar que no quería focalizar mi futuro en el deporte. Entré en un bucle de aceptación en el que renunciar a mi vida, solo era un paso más para poder conseguir todos mis sueños. Sueños que mantenía bien guardados porque estaba segura que nunca se acabarían haciendo realidad. Y lejos de lo que pensaba, renuncié a mi vida para poder cumplir esos sueños. Dejar toda una vida de esfuerzo y dedicación para tirarme a la piscina sin saber si estaba llena o no, pero como solía repetirme mi padre a diario "quien no arriesga, no gana". Era joven, tenía toda la vida por delante y estaba dispuesta a equivocarme con tal de buscar ese atisbo de felicidad plena que marcaría el final de mis días.
Salí a la calle sintiendo una sensación agridulce en mi cuerpo. Como si una parte de mí no quisiera irse de allí, fue raro, pero la decisión ya estaba tomada. Mi vida había cambiado mucho en los últimos meses, había terminado selectividad, había pasado el verano con Marc y hasta me fui con su hermana a Estados Unidos a verlo jugar en la pretemporada. Fue todo muy rutinario, pero nada monótono y me gustó ver que todo iba bien en nuestras vidas y que por fin habíamos encontrado el equilibrio. Carmen y Kai estaba estupendamente, todas las tardes me bajaba a su casa y la ayudaba. El niño era un calco de ella, rubio con ojos azules, estaba muy espabilado y sonreía todo el tiempo. Carmen estaba feliz, pasó un postparto muy duro, pero a fin de cuentas, se recuperó pronto y vivía por y para su hijo. Pasar tiempo con él bebé despertó en mí ese instinto maternal que hasta la fecha nunca había tenido. Y no es que quisiera tener hijos, seguía pensando que era muy joven y mentalmente no estaba preparada para tener una responsabilidad tan grande. En lo profesional me fue bastante bien, el EP tuvo más éxito de lo que me imaginaba, las promos en Tiktok y la ayuda de Marc y sus compañeros facilitaron muchísimo la subida de reproducciones. Hice un tema con Antea y en poco tiempo la canción que hice con Quevedo estaba a punto de salir. No me iba mal, no me podía quejar, pero aun así, me puse a trabajar. No quería estancarme en la música y me dediqué a dar clases particulares de Francés en una academia de idiomas. Todo iba bien, por suerte. Y con Marc, bueno, con Marc todo iba estupendamente, en él encontré a mi compañero de vida. Nuestra relación cogió forma y con el paso del tiempo se consolidó. Nos veíamos a diario, prácticamente vivía en su casa. Si al inicio de la relación él pasaba más tiempo en la mía, por aquella época fue al revés. Perdí esa vergüenza que me entraba cada vez que tenía que pasar tiempo con sus padres, y me adentré en su mundo. Todos los viernes íbamos a casa de su abuela materna a comer y los domingos a casa de sus abuelos paternos. Me sentí una más de la familia, iba a verlo jugar a todos los partidos que podía y su hermana Teresa se volvió como una hermana para mí. No podíamos vivir la una sin la otra, íbamos a todas partes juntas.
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Plaies d'amour ▪︎ MARC GUIU
FanfictionCuando Laetitia conoció a Marc jamás imagino que tarde o temprano acabaría sintiéndose atraída por él. Ese amor prohibido, ese sentimiento de culpa, esas ganas de huir bien lejos. Él no pudo dejar de mirarla, Marc quiso adentrarse en el mundo de ell...