Hiedra

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—¡Dioses, dioses! ¡No otra vez! ¡Ah! —soltó un pequeño grito cuando por estar apresurado uno de sus pies se enredó entre sus sábanas haciendo que casi se cayera. Afortunadamente sus manos impidieron el impacto y se repuso rápidamente.

Dirigiéndose a toda prisa a su armario, aún con la vista nublada por el sueño, tomó el primer conjunto de túnicas que encontró y comenzó a vestirse apresuradamente.

¡Se había vuelto a quedar dormido!

¡No era su culpa! ¿De acuerdo? ¡A penas cumpliría una semana en el clan Lan y aún no se había acostumbrado al cambio de horario!

Aún así, sabía que tenía el tiempo limitado por lo que al terminar de vestirse, se acercó a su espejo para recogerse el cabello.

Sin embrago... ¡Estaba tarde y su cabeza parecía un nido de pájaros! cortesía de su yo nocturno que se retorcía como gusano con sal sobre su cama.

—¡Genial, lo que me faltaba! —exclamó frustrado cuando la peineta en su mano se quedó atorada en un nudo de su cabello.

No tenía ni tiempo ni paciencia para eso así que apretó los dientes y tiró con más fuerza para deshacer los nudos, sin importarle el arrancarse un poco de cabello en el proceso.

Cuando terminó de peinarse, debido a la brusquedad que había usado para quitarse los nudos, su cabello se encontró esponjado, sin embrago no le dió importancia, en cambio, se lo llevó hacia atrás y lo acomodó de tal manera en la que quedó su característico moño recogido; el cuál ató con una cinta —ahora blanca— para dar por finalizado su peinado.

Al terminar, se dió un vistazo rápido en el espejo buscando alguna imperfección o algún detalle que fuera motivo para una llamada de atención, pero al ver que todo estaba en orden y que se veía medianamente decente, salió a toda prisa de la habitación.

—¡Ay! —cuando abrió la puerta fue recibido por una ráfaga de aire frío que lo hizo estremecerse.

Cierto, debía de regular su temperatura.

Colocó la palma de su mano sobre su núcleo e hizo circular su qi por todo su cuerpo hasta que fue suficiente, luego salió y avanzó por los corredores hasta llegar a una intersección de pasillos.

De nuevo, ¿Cuál era? ¿Izquierda o derecha?

¿¡Por qué todos los pasillos se veían igual!?

Se quedó quieto tratando de recordar cuál era el que debía de tomar para ir al comedor.

—Buenos días Jiang-gongzi —saludó, inclinándose con respeto.

Afortunadamente, su sirviente, Lan Pei, apareció en su campo de visión por el lado derecho.

—Buenos días —devolvió el saludo.

—El maestro QiRen me mandó en su búsqueda, por aquí por favor —señaló el camino.

—Bien.

Derecha entonces.

Con la guía del sirviente, en poco tiempo llegaron a los comedores, pasaron el comedor común y se dirigieron al comedor privado en donde ya lo estaban esperando.

—Buenos días —se inclinó— Saludos a nuestro líder, al hermano y al tío.

—WǎnYín, ven, siéntate —Lan QiRen lo llamó señalando el lugar a su lado— ¿Por qué tardaste en llegar?

—Maestro QiRen. Lamento el retraso, me perdí un poco —se disculpó sentándose a su lado.

—Bueno, todavía estás a tiempo pero que no se repita.

La obsesión de un Alfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora