4: Detrás de los oscuros horizontes

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El dichoso centro comercial era un cubo gigante de metal plantado entre un campo y un par de torres de apartamentos. Para fortuna de ambos no tuvieron que caminar mucho, pues tal como prometió el espíritu, la avenida aunque bloqueada en parte por árboles caídos y montículos de basura, terminaba directamente en la entrada del parqueadero y de un muro de granito descolorido de unos diez metros, sobre el que crecían un montón de raíces. Bustos sentó un momento en uno de los bordes, buscando la fuerza para entrar y miró directamente a un postecito que hacía mucho debió ser un semáforo que ahora estaba apagado. El verde era una carita feliz que sin su brillo parecía completamente muerta. La mirla que los acompañaba se posó a su lado, sin decir nada.

Se pasó la mano por la frente para quitarse el sudor. Mientras, Rana salió del bolsillo y se quedó viendo como fascinada el centro comercial, los relieves glamourosos, las altas puertas de cristal abiertas de par en par, las farolas sepultadas en hierbajos.

—He visto templos en otros mundos que expresan igual amor a la arquitectura que este sitio.

—¿Arquitectura? Es simplemente un diseño bonito, los muros sí tienen curvas y tiene jardines y fuentes, pero no me parece increíble.

—Quizás tengas un poco, solo un poco de razón. No es una maravilla ni mucho menos. Mi lugar favorito de los mundos le gana por mucho a este.

—¿Cómo es?

—Hay cosas que no se pueden describir con palabras. Tendrías que verlo tú mismo para saber así sea un poco lo que me hace sentir. Hay cosas que solo se deben ver para entenderse, ese es su lenguaje: fuegos invencibles cabalgando y disparando en el hombro Orión, los haces intermitentes que cruzan y hacen brillar las puertas de Tannhäusen en la oscuridad...

Sabía que lo que decía Rana era algo importante y poderoso, pero se sintió idiota por no entender bien a lo que se refería. Ella simplemente se quedó en silencio y él que la veía, se sintió también curioso, ansioso de repente a qué lugares había ido y qué tanto de la maravilla que existía por fuera de su mundo había visto, los lugares donde había estado. Como las historias que cuenta un padre a su hijo de cosas y lugares separados por tiempo y espacio, muy lejos.

Tomó agua del botilito.

—No me vas a decir lo que dijo [Fomitvr ¿verdad?

—No, lo siento, es algo privado.

—Vale.

Aunque tenía curiosidad no era el momento de preguntarle eso. Además no le incumbía. Por lo que había podido intuir la visión translúcida de la que había hablado el espíritu tenía que ver con leer la mente o algo así, así que lo que le había dicho probablemente era demasiado íntimo y Bustos no quería meterse.

—Yo te quería preguntar ¿cómo es que sabes tanto de espíritus y así?

—Tuve que estudiarlos en una academia en la que estaba, como parte de la formación inicial porque hay demasiados espíritus y es normal hacer convocaciones para pedirles ayuda... sin embargo, ugh, no sé como explicarlo. Tengo un hermano que es algo así como un espíritu, tratar tanto tiempo con él me dio pistas de como son en realidad.

—Un hermano espíritu... cada vez se pone esto más y más raro.

—Y que lo digas.

En realidad a estas alturas la habían pasado tantas cosas diferentes y extrañas a Bustos que ya creía todo lo que salía de la boca de la rana. Cualquier cosa, por más loca que parezca, puede ser posible, se decía constantemente, la prueba era él mismo en uniforme de colegio en un mundo alternativo donde habían zombis y tenía que ayudar a una rana mágica a conseguir una varita.

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