Lo primero que vio cuando la luz volvió a sus ojos fue que el cielo estaba negro, al principio creyó que era porque recién estaba recuperando la consciencia, pero a medida que volvió en sí, se dio cuenta que el cielo estaba tan cubierto de nubes espesas que parecía de noche.
Lo segundo que vio fue que había caos, mucha gente moviéndose sin que supiera a dónde, a su lado encontró a Mafe con lágrimas en los ojos y haciéndose fuerza en la herida del hombro con un torniquete improvisado con una bata de profesor.
Lo tercero fue un ruso que se acercó a él con el arma en la mano. Era el ruso de la cicatriz. Le gritó algo que Bustos no entendió y aunque empezó a negar con la cabeza el tipo que tenía brazos hipermusculados empezó a zarandearlo tan fuerte que por un momento pensó que le iba a sacar la cabeza del cuerpo. Sin embargo otro ruso apareció, le masculló algo con prisa y ambos empezaron a hablar entre ellos con lo que de a poco empezó a parecer una discusión.
—¿Qué pasó?— Le dijo a Mafe.
—Menos mal que se despertó porque pensaba que se había muerto.
—Pues estoy vivo, pero dónde...
Y entonces finalmente se fijó en el inmenso vórtice a sus espaldas. Era una esfera de unos cinco metros de diámetro hecha de luz morada y que parecía tener gravedad propia porque incluso estando a varios metros, Bustos sentía cómo lo halaba en pequeños tironsitos que podrían confundirse con el viento. En el centro la luz y pequeñas láminas que parecían sólidas iban enrollándose hasta parecer un remolino, el centro era un único punto de luz negra.
—Pues fuimos tragados por un vórtice.— La cara de Mafe se retorcía de dolor al hablar, sin embargo mantenía la compostura. —Nunca había visto uno de cerca.
—¿Pero y usted? ¿Qué le pasó?
—¿Pues no ve que estos me pegaron un tiro?— Miró con odio a las gabardinas de los rusos.
En ese momento se acercó también el profesor Mauro preguntando que cómo iba del brazo. También saludó de buena manera a Bustos y le preguntó si podía caminar para ayudar a reunir a las personas. Se sentía como si lo hubieran convertido en espagueti y luego lo hubieran vuelto a inflar, pero aparte de eso se sentía más o menos bien.
—Necesito que todos los chicos del colegio se hagan aquí, si fuimos llevados a otro mundo necesitamos mantenernos juntos hasta que llegue la ayuda.
Los rusos que ahora parecían menos beligerantes (o al menos no dispuestos a encenderse a tiros), volvieron a acercarse, le dieron un empujón al profesor y sacaron un aparato similar a un celular, solo que era como una pirámide y el de la cicatriz se lo puso en la garganta, se aclaró la voz, dijo algo y entonces de la pirámide salió una voz robótica:
—De aquí nadie se mueve. Nadie cruza el remolino. Dónde está la bruja.
—No sé— respondió.
Bustos de a poco se fue fijando en la clase de lugar en el que estaban, era una especie de cancha de fútbol detrás de una construcción grande de ladrillos y cemento que supuso era una especie de instituto, sin embargo aparte de los menos de veinte estudiantes, el profesor y los tres rusos, el lugar estaba completamente solo y derruido. La grama estaba sucia y rota en partes, al igual que el instituto, que tenía grandes manchas de lo que parecía hollín en las paredes. A lo lejos el ambiente no mejoraba: muchos edificios de distintos tipos se alzaban al fondo del paisaje urbano como troncos cortados en un claro yermo, de hecho a Bustos le pareció ver que uno estaba quebrado y se había derrumbado en parte. El viento soplaba fuerte y traía un olor a podrido que no se le quitaba de la nariz, proveniente de las casas de en frente de la cancha que también también parecían deshabitadas e incluso algunas tenían vidrios rotos. Y el cielo, el cielo estaba oscurecido por completo.
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Vórtices
FantasyLa vida de Sebastián Bustos da un giro de 180° el día en el que conoce a una rana parlante mágica y la ayuda a escapar de unos misteriosos sujetos. Juntos unirán fuerzas para emprender la búsqueda de un libro de hechizos capaz de hacer que la rana...