Capítulo 23

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Desperté en una habitación singular. Entraba aire por la ventana y agitaba las cortinas hacia adelante y hacia atrás. El sol tocaba el piso y marcaba las sombras de los muebles por toda la habitación. Me incorporé lentamente en la cama, me quité la sabana que cubría mi cuerpo y salí del cuarto. Estaba sudando demasiado. Necesitaba un baño con urgencia, y agua, sentía la garganta seca.

Comencé a caminar por la cabaña. El piso de madera rechinaba a cada paso que daba. Escuché ruidos provenientes del piso de abajo. Al final de la escalera el hombre con el que había estado soñando, sostenía una charola entre las manos. No alcanzaba a vislumbrar el contenido de la charola, pero tampoco era como si me importara mucho su interior. Mi atención estaba completamente focalizada en sus ojos. Habían pasado tantas lunas desde la última vez que los había visto. Grises en todo su esplendor. Pero su sonrisa me tenía completamente hipnotizada.

No sabía si estaba soñando o no, pero si así era, deseaba nunca despertar. Aún había muchas cosas que no entendía. Tenía muchas preguntas sin respuestas e incluso muchas respuestas que no tenían sentido. Quería hablar con él, pero no sabía si ese era el lugar y el momento apropiado para hacerlo. Y tampoco sabía si me iba a gustar lo que tenía que escuchar.

Con un levantamiento de cabeza, Gabrielle me ordenó que volviera arriba, y así lo hice. Cuando estuve sentada en la cama de nuevo, depositó la charola en mis piernas. Había jugo, huevos con jamón, yogurt y una manzana. Al notar que no dejaba de verme, pero que tampoco decía nada, comencé a comer de a poco. El jugo lo bebí de un solo trago, se sentía fresco en mi garganta. Cuando ya sólo me quedaba la manzana, lo escuché carraspear y alcé la vista al instante.

Su rostro amigable y cariñoso hizo que mi corazón saltara. Mi rostro comenzó a sentirse más y más caliente. Sus ojos plateados atravesaban mi alma. Me hacía sentir vulnerable. Siempre me había hecho sentir de esa forma. El tiempo se congeló o se hizo más lento, no sabía cuál de los dos eventos estaba sucediendo. Mi mente vagaba de un lado al otro y, entonces, note cómo sus labios se separaban y comenzaban a articular palabras.

─ ¿Estuvo bien el desayuno? ─preguntó alegre.

─Sí, gracias ─asentí.

Era más de medio día, pero no había comido nada en mucho tiempo. No me importaba lo que hubiera de comer, lo devoré sin pensarlo dos veces.

─ ¿Tuviste un buen viaje? ¿Tuviste problemas para llegar aquí? ─Hizo una pregunta tras otra.

─Sí, estuvo bien. ¿Quién es el chofer? ─pregunté señalando afuera, como si la persona aún estuviera ahí.

─Es un amigo que vive cerca de aquí ─contestó sonriente─. Me da gusto que estés aquí.

─ ¿En serio? Si no mal recuerdo, tú fuiste quien no quiso volver a verme. Te marchaste sin más ─dije elevando el tono de voz.

No me di cuenta de que estaba comenzando una pelea. Estaba molesta. Pero también lo único que quería era besarlo y abrazarlo. Necesitaba sentirlo cerca. Sin embargo, al mismo tiempo, quería escuchar lo que tuviera que decir. Quería saber si él se había sentido del mismo modo que yo. Su rostro se torció en un gesto de interrogación y volví a respirar.

─Sí, lo sé ─contestó bajando el rostro, avergonzado─. Por eso quise traerte aquí. Ha pasado bastante tiempo. Haz crecido mucho y estás preciosa ─dijo acariciando mi mejilla─. Sé que mi partida estuvo mal, debí explicarte las cosas, pero no quería alejarte de aquello que anhelabas.

─Esa es una decisión que sólo yo podía tomar ─dije enojada, otra vez.

─Lo sé, pero yo no quería que fueras tú quien lo hiciera. Después de todo, esto era para que estuvieras con Ian ─explicó─. Pero sólo cuando te alejaste de mí supe qué era lo correcto. No tenías que estar conmigo sino con él. Estuve dispuesto a dejarte marchar, pero, por alguna razón, decidí ir a verte al aeropuerto ese día. Necesitaba dejar en claro una sola cosa. Quería que supieras que estabas presente para mí.

Una noche de baileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora