𝟎𝟒: 𝐀𝐩𝐫𝐞𝐧𝐝𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐀 𝐒𝐞𝐫 𝐇𝐞́𝐫𝐨𝐞𝐬 [𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝟏]

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El incendio seguía creciendo, con ello, consumiendo cada vez más rápido el edificio.

La madre y su hijo habían quedado atrapados en su piso. El fuego llegó demasiado rápido y no tenían forma de saber cómo. Intentaron llegar a la puerta, pero un trozo del techo cayó en su camino. Retrocedieron cuando el mismo comenzó a desmoronarse.

La madre abrazó a su hijo contra su pecho en un intento por protegerlo. Y cuando creían que serían aplastados por la madera, el impacto jamás llegó. Al abrir los ojos, el niño vio a dos figuras de fuego sostener las pesadas vigas candentes. Uno tenía figura masculina, mientras la otra una marcada figura femenina, con el fuego de su cabeza cayendo delicadamente tras su espalda simulando una cabellera. Tenían diferentes formas de un reloj de arena en sus pechos.

—¿Quiénes son...? —murmuró el niño con asombro.

—Vinimos a ayudar —respondió el hombre de fuego.

Los dos lanzaron los escombros a un lado. Luego, se posicionaron a cada lado de la madre y del niño.
Con sus manos al frente, los Pyronitas absorbieron la mayor parte de las llamas de la habitación, para que madre e hijo pudieran salir.

—Vengan, los sacaremos de aquí. —dijo la mujer de fuego. Mientras, el hombre abrió la puerta de una patada.

El niño no dudó en seguirlos fuera de la habitación. Aunque la madre se mostró cautelosa, fue tras su hijo.

—Por aquí —indicó el Pyronita hacia unas escaleras.

Pero la madera cedió, destruyendo su posible vía de escape.

—Oh, diablos.

—No duraría demasiado —dijo la hembra. Entonces, apuntó hacia el final del pasillo, donde una solitaria ventana yacía rota—. ¡Allí! ¡Da hacia la calle!

—¡Comando recibido! —respondió el Pyronita, y con un rayo de fuego, abrió un agujero en la pared.

Los ladrillos y el vidrio se esparcieron por la calle, haciendo que los civiles que observaban desde afuera se alejaran. Un remolino de fuego salió del agujero, que al tocar el suelo se disolvió, mostrando a los dos Pyronitas y a la madre y su hijo intactos. Los civiles exclamaron sorprendidos.

—¿Se encuentran bien?

—Sí... muchas gracias —agradeció la madre a la mujer de fuego.

—No hay de qué —Aileen le sonrió.

Habían dado con el incendio por pura casualidad. Oyeron que los civiles gritaban que aún había gente adentro del edificio, y Ben no dudó en ir a ayudar. Aileen no tardó en seguir su ejemplo, con la vaga advertencia de Gwen de que no hicieran un escándalo. Obviamente, Ben no sería quien le hiciera caso. Y Aileen siempre iba detrás de él.

—Sé que nos quieren agradecer personalmente, pero todo está bajo... —Ben se interrumpió a sí mismo al ver lo que el niño que salvó tenía en sus manos—. ¡Oh, no! ¡Una tarjeta de Luchador de Sumo! ¿Dónde la conseguiste?

—Genial... —murmuró Aileen, mientras se cubría el rostro con una mano y la otra la ponía en su cadera, avergonzada por el comportamiento de su hermano en pleno público.

Si bien a ella también le gustaban los Sumos Luchadores —influenciada por él mismo en su momento—, Ben llevaba su fanatismo a otro nivel. Tanto como con Canguro Comando.

—Hermano, ya hay que irnos —le dijo a Ben—. Buscaremos esas tarjetas más tarde.

En eso, el camper del abuelo apareció, y Gwen se asomó por una ventana.

𝐌𝐄𝐓𝐀 [𝗕𝗲𝗻 𝟭𝟬 𝗢𝗰] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora