La cena real transcurría en el lujoso comedor del castillo Rivenhart, iluminado por majestuosas lámparas de araña que arrojaban una tenue luz sobre la larga mesa. La familia real se encontraba en su sitio habitual, el Rey Leonhart al extremo de la mesa, Tristán a su derecha, Isabella a su izquierda, Lucian a su lado, y Althea al final.
La conversación fluía en susurros, ocasionalmente interrumpida por risas educadas y el tintineo de cubiertos y copas. El festín era espléndido, pero Althea tenía algo en mente que quería abordar esa noche.
Cuando el servicio había terminado de servir el plato principal y el vino se había vertido en copas de cristal tallado, Althea buscó la mirada de su padre, el Rey Leonhart. Sus ojos violetas, iguales a los de su madre, lo miraron con determinación.
—Padre, tengo algo importante que preguntarte —dijo Althea en voz baja pero firme.
El Rey Leonhart la miró con atención, sus ojos avellana se posaron en su hija menor. Había notado que Althea había estado actuando de manera inusual últimamente, y estaba preparado para escuchar lo que ella tenía que decir.
—Habla —respondió el Rey, invitándola a continuar.
Althea tomó un sorbo de su copa de vino, buscando valor antes de plantear su solicitud.
—Padre, me gustaría asistir a la academia —dijo con sinceridad. La tensión se cernió sobre la mesa, y la conversación se detuvo de golpe.
Tristán y Isabella compartieron una mirada preocupada, mientras que Lucian siguió comiendo sin mostrar emoción.
El Rey Leonhart frunció el ceño, evidentemente sorprendido por la solicitud de su hija. Tomó un trago de su copa de vino antes de responder.
—Althea, eso es algo que no se espera de ti —dijo con calma, pero su mirada era severa. —Tienes obligaciones aquí, y no es apropiado para alguien de tu posición asistir a una academia.
Althea no se inmutó, mantuvo su mirada firme.
—Padre, solo quiero aprender más sobre el mundo, la magia y las personas. Creo que podría ser una mejor princesa si tengo más conocimiento —dijo con sinceridad.
El Rey Leonhart miró a su hija, claramente indeciso. La tensión en la mesa era palpable, y todos esperaban su decisión.
—No —dijo finalmente el Rey Leonhart con voz firme. —Tus obligaciones y responsabilidades están aquí en el castillo.
Althea asintió en silencio, reprimiendo su desilusión. La cena continuó, pero el ambiente ya no era el mismo. Althea sabía que su lucha por la libertad y la independencia continuaría.
Tristán, Isabella y Lucian intercambiaron miradas, sin estar seguros de qué decir o cómo reaccionar ante la tensa conversación.
Sin embargo, antes de que la cena pudiera continuar de alguna forma, un mayordomo entró discretamente en la estancia y se inclinó ante el Rey Leonhart, entregándole un mensaje en un pequeño pergamino.
El Rey tomó el mensaje, leyó rápidamente su contenido y luego se puso de pie con una expresión seria.
—Lamento que deba retirarme de la cena tan repentinamente —dijo a su familia, mirando a cada uno de sus hijos. —Debo atender un asunto urgente en el consejo. Por favor, disfruten de su comida.
Con un gesto, el Rey se despidió de su familia y siguió al mayordomo fuera del comedor. El resto de la familia se quedó en silencio, desconcertada por su partida inesperada.
Después de la inusual partida del Rey, la cena continuó, pero los hermanos Rivenhart se encontraron en una discusión sobre el asunto de la academia que Althea había mencionado. Las tensiones empezaron a aumentar mientras los mayores reprochaban a la joven princesa por sugerir tal idea.
Tristán, el príncipe heredero, expresó su punto de vista con firmeza.
—Althea, la idea de ir a la academia es inapropiada para alguien de nuestra posición. Tu deber es aprender y prepararte en el palacio para tus responsabilidades futuras.
Isabella, la primera princesa, asintió con su hermano.
—Estoy de acuerdo, Althea. Nuestra madre no pudo enseñarte todo lo que necesitas saber antes de su partida, y nosotros debemos ocuparnos de eso. Ir a la academia solo te expondría a influencias no deseadas.
Althea, por su parte, luchaba con su deseo de explorar el mundo y aprender más sobre su propia magia, pero al final, cedió ante la presión de sus hermanos mayores.
Sin embargo, Lucian intervino con un comentario más ligero.
—Es extraño que papá se haya ido tan abruptamente. ¿Y esa carta misteriosa? Seguro que hay algo emocionante detrás de esto. ¡Olvidemos la academia por ahora y concentrémonos en descifrar el misterio de la carta!
Los hermanos Rivenhart aceptaron la sugerencia de Lucian y la conversación giró hacia la intrigante partida del Rey y la misteriosa carta, dejando de lado, al menos por el momento, la idea de que Althea asistiera a la academia.
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Sentada en su habitación, rodeada por la oscuridad que se filtraba por las cortinas cerradas, Althea murmuraba sus pensamientos en voz baja. El suave brillo de una vela iluminaba la habitación mientras su fiel compañero, un gato negro de ojos verdes, la observaba con atención desde su posición en el alféizar de la ventana. Aquel gato la había acompañado desde que era una niña, y ella lo consideraba su más cercano confidente.
—¿Sabes, mi querido amigo? —dijo Althea con tristeza en su voz—. Anhelo poder ir a la academia. Quiero estar con Ralff, aprender más sobre la magia y explorar el mundo. Estoy tan cansada de esta torre y de no poder disfrutar la vida como una joven normal.
El gato parpadeó, como si comprendiera cada palabra. Ella continuó hablando como si estuviera desahogándose con un amigo de toda la vida.
—Pero, sabes, no puedo decirles a mis hermanos. Tristán y Isabella son tan protectores, y no puedo soportar más sus reproches. Papá ha dicho que no, y eso es lo que importa en este lugar.
El gato verde mantuvo su mirada fija en Althea, como si le diera ánimos. Ella le acarició suavemente la cabeza y sonrió débilmente.
—Me alegra tenerte a ti, mi amigo peludo. Al menos puedo hablar contigo y sentir que alguien me escucha. Eres mi consuelo en esta prisión dorada. Es hora de poner en marcha el plan B.
El gato ronroneó en respuesta y, como siempre, estuvo allí para Althea cuando más lo necesitaba, compartiendo sus penas y alegrías en la soledad de la torre.
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Rivenholme
FantasyEl reinado llega a su fin. Un joven noble intenta cambiar el país en el que vive. Pasando por alto las rivalidades, la amistad y el amor pueden encontrarse en cualquier lugar. Experimenta como viven nuestros jóvenes protagonistas y los desarrollos...