SOOJUN| 𝘓𝘢 𝘔𝘶𝘦𝘳𝘵𝘦
la muerte puede ser más placentera de lo que parece.
Yeonjun con la intención de vengarse, hace un trato con la muerte, lo que no esperaba era su condición, pero así también a la muerte le esperaba una grata sorpresa.
Sb-tp...
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Yeonjun gritó al sentir el disparo en su pecho es instantáneamente cayó al suelo, no pasó tiempo para que escuchara las sirenas de las ambulancias y los murmullos de los médicos, a pesar de tener sus ojos cerrados sintió la blanca luz del hospital en ellos, a la vez un sentimiento que nunca había sentido.
Un sentimiento frívolo y nuevo, en el hospital, claro que todo el tiempo estuvo rodeado de profesionales, pero aún así él se sentía vigilado. Una vez su cirugía terminó y la bala de metal fuera extraída de su pecho, lo llevaron a una habitación. Cerca de sí comenzó a escuchar chiflidos de una melodía que no conocía, parecía de una canción infantil, pero a su vez era macabra y tenebrosa. Con dificultad abrió sus párpados y a la puerta de la habitación pudo observar una sombra, con dolor se sentó en la cama para observar mejor al espectro.
Era alto, bastante alto, usaba ropajes oscuros, más bien una capucha sobre su cabeza ligada a una túnica negra que le llegaba hasta las plantas de los pies. En su diestra llevaba su tan conocida guadaña y sus pies estaban descalsos. Con lentitud comenzó a acercarse a la cama del chico y se sentó en una butaca que yacía a su lado.
A pesar de su intimidante apariencia, Yeonjun no sintió miedo, lo contrario, sentía adrenalina.
—¿Como te sientes, Choi Yeonjun?— murmuró a penas con voz grave y dura, dejando un plato de sandía a un lado, hasta ahora Yeonjun no consigue entender de dónde lo sacó.
—Nunca me había sentido tan...vivo—. soltó y el espectro a su lado una risa ronca soltó.
—Vivo...¿eh?—otra risita salio de aquella capucha negra—. ¿Sabes quien soy?
El azabache sin mirarlo asintió—. Sé lo que me espera...
—Es bueno que lo sepas, ¿te gustaría despedirte alguien antes?— a un lado de su camilla había un sofá, donde su hermana, Jeongyeon descansaba.
Ella hasta el momento había sido la única persona que se había quedado a su lado, la única que lo había apoyado, sus amigos desaparecidos estaban y a sus padres poco y nada les importaban.
—¿En que piensas, humano?— preguntó con curiosidad, al notar la mirada del chico sobre la mujer—. ¿Ella es tu pareja?, uhm, en tus expedientes no decía nada de parejas—. murmuraba para sí mismo.
El chico despegó la mirada de ella y la posó en el otro presente—. Es mi hermana, no, no quiero despedirme, solo...quiero hablar con usted.
—Nunca había mantenido conversación con un humano, dime, mortal ¿que se te ofrece?— el chico le sonrio, vaya error que cometía.
Regla número uno; Nunca le hables más de lo necesario a la muerte.
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—¿Has hecho negocios alguna vez?— el alto realmente se lo pensó y negó.
—A los mortales poco y nada puedo sacar provecho—. respondió seguro.
El menor asintió y miró al techo—. ¿Puede sacer provecho de mí?
El espectro dejó a un lado su arma y curioso miró al mortal—. ¿Que querría yo de un humano?
El de cabellos oscuros como la noche se alzó de hombros—. compañía.
—¿Vas a venderte a la muerte?, en realidad, no siento atracción sexual hacia los cuerpos humanos, criatura—. sinceró cruzándose de brazos ante la osadía del chico.
—No voy a venderme, son negocios, además ¿como va a sentir algo por un cuerpo que nunca ha probado?— dijo con lógica, dejo a la muerte sin palabras.
—¿Que quieres a cambio, humano?— preguntó luego de un extenso silencio—. ¿la vida eterna?, lamento que eso es algo que no te puedo otorgar.
El viviente soltó una risa y comenzó a negar—.¿vida eterna?, eso es ridículo e inservible, yo quiero venganza—. simples palabras soltadas por un humano sorprendieron a la muerte, quien sólo se dedicaba a asentir.
—Bien, tu compañía a cambio de venganza, ¿que obtengo si fallas tu misión?— preguntó elevando una ceja.
—Mi compañía eterna, o hasta que yo me muera, un momento ¿Puedes morir después de morir?
—Solo si eres olvidado por los vivos, ¿tenemos un trato?— acercó su nívea mano hasta la del chico, él la aceptó y sus manos se estrecharon.
Regla número dos; Nunca hagas tratos con la muerte.
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