Jungkook es sorprendido por su hijo días antes de su séptimo cumpleaños. Le pide que, durante treinta días, vuelvan a ser la familia que eran antes. Jungkook sabe que es una petición imposible, pero el alfa Taehyung, hará todo lo que esté en sus man...
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La noche pesaba como una carga de plomo sobre los hombros de Jungkook. Sentado en el borde de la cama de Jaewon, miraba incesante la pantalla de su teléfono con una mezcla de frustración y preocupación. Los mensajes enviados a Taehyung quedaban sin respuesta, y el silencio se sentía más abrumador con cada minuto que pasaba.
Desde hacía ya un par de semanas que esa actitud de su esposo había provocado en él una inquietud que no lo dejaba tranquilo por el día, mucho menos descansar por la noche. No sospechaba de él, no había rastros de una posible infidelidad, y creía conocer lo suficiente a Taehyung como para saber que no le engañaría con otro omega. Además, que el lazo lo habían renovado hacía apenas dos meses atrás... Sería casi imposible que estuviera uniendo su lobo con alguien más.
Seis meses atrás, la empresa textil de Taehyung presentó un avance tecnológico en el contexto del poliéster deportivo que lo puso en el foco del mundo. Las inversiones, acciones y negociaciones llegaban a él como pan caliente, volviendo a la fábrica una de las más potentes en crecimiento exponencial. Y Jungkook entendía eso, Taehyung estaba cumpliendo y siguiendo el sueño del señor Kim, pero lo que no podía entender, era cómo podía dejar tan olvidada a su familia, especialmente a Jaewon, quien pedía entre llantos ver a su padre en tal situación tan crítica.
Kim Jungkook. |"Taehyung, Jaewon se ha despertado llorando otra vez. Quiere verte. Por favor, si puedes, date un tiempo para verlo. Necesita a su papá Tae ahora."
El reloj marcaba las once de la noche, y Jungkook se sentía desgarrado entre la ansiedad por la salud de su hijo y la incertidumbre de si Taehyung respondería o no a su llamado.
Jaewon, envuelto en mantas, se aferraba a su peluche favorito de spiderman que mantenía ligermante el aroma de Kim. Sus ojitos se mostraban cristalizados por las lágrimas que lo atormentaban cada noche sin excepción en las últimas dos semanas.
—Quiero a papá Tae —sollozaba mientras Jungkook intentaba tranquilizarlo con abrazos y palabras reconfortantes, anhelando en silencio la presencia del alfa que su hijo ansiaba tanto.
Si el tan sólo pudiera arrancarse el corazón y dárselo a Jaewon para así asegurar que su fiebre terminaría, lo haría sin dudar. Sin embargo, no había nada más en sus manos que pudiera hacer.
La habitación infantil estaba impregnada con el eco de sollozos apagados. Jaewon, acurrucado entre las sábanas, anhelaba la presencia reconfortante de su padre, anhelaba un consuelo que parecía distante en esa noche solitaria. El silencio se hizo eco en la casa, roto solo por el suave murmullo de la respiración inquieta del niño. Cada segundo se deslizaba sin respuesta, sin la presencia que tanto necesitaban.
Los minutos se convirtieron en un tormento, cada tic-tac del reloj resonaba en su mente con una pesadez abrumadora. El corazón de Jungkook latía al ritmo de una esperanza que se desvanecía lentamente.
