La boca de la serpiente estaba cada vez más cerca. Alex intentó conjurar un hechizo pero se percató al instante de que sería inútil; ninguno parecía ser apropiado de realizarse estando debajo del agua: si gritaba explosionem lo más probable era que formara una inmensa burbuja delante de él, o un torrente de agua que no serviría de nada, si usaba sparkio las chispas se consumirían al instante, con su rayo de hielo terminaría congelando tanto a él como a su amigo, y ni hablar del relámpago de polvo de hadas, con el que había vencido a los ojáncanas; la electricidad y el agua no eran una buena combinación, y acabaría por matarlos a todos.
Mierda —pensó Alex mientras veía acercarse a la serpiente con la boca abierta. Desde su interior emergió la misma luz blanca que había visto anteriormente y comenzó a ser arrastrado con fuerza hacia ella, impulsado por el tentáculo de la cecaelia. Llegó hasta ella, internándose en la boca de la serpiente marina, deslumbrado por el fulgor que tenía delante de él.
De repente, sintió que su cuerpo caía sobre una superficie plana y la luz blanca se extendía alrededor de él, convirtiéndose en una espaciosa sala pálida y reluciente, sin muebles, cuadros, sillas o ningún tipo de decoración, era un enorme espacio en blanco. Aunque, más pronto que tarde, vio de nuevo a la serpiente, esta parecía nadar en el aire, dirgiéndose hacia él con una siniestra sonrisa en su rostro. Tan rápido como le fue posible, apuntó su varita hacia ella; cuando de pronto una voz le interrumpió:
—¡Sheket!
La varita salió disparada desde su mano y fue a parar a una esquina de la habitación. Delante de Alex se había aparecido Elisa, con una expresión en su rostro que se le antojaba inocente y alegre.
—Tu amigo quizá debería evitar ser tan imprudente —dijo mirando hacia su extremo izquierdo, dándose cuenta que Johnson se había aparecido justo a su lado —Toma —la varita de Alex apareció de nuevo en su mano.
—Deben de dejar de hacer eso —dijo el mago mientras invocaba el hechizo de aire caliente para secar sus prendas y las de su amigo, mirando a su alrededor al mismo tiempo, descubriendo que la serpiente de mar no se encontraba realmente ahí, más bien parecía estar siendo proyectada en una imagen tridimensional en el fondo de la habitación, sin que ella reparara en su presencia.
—Y ustedes deberían encontrar algo para evitar mojarse tanto —respondió Elisa soltando una pequeña risa.
—Bueno —añadió Johnson—, teníamos un par de sombreros, pero me parece que los dejamos en nuestra última parada.
—¿Qué es este lugar? —exclamó Alex.
—En un momento hablaremos de eso —respondió Elisa—. Mientras tanto, siéntense.
Chasqueó los dedos y la mesa y las sillas reaparecieron delante de ellos, con las mismas tazas con chocolate que no habían tenido la oportunidad de terminarse. Johnson de buena gana fue a sentarse y le dio otro sorbo a su bebida, que seguía caliente. Alex, por otro lado, se tomó un momento para contemplar y comprender lo que veía, aunque no logró llegar a ninguna conclusión congruente, por lo que también tomó asiento.
—Estábamos hablando sobre tu varita —dijo Elisa—. ¿Tienes idea de dónde provienen los materiales con los que se fabricó?
—Bueno... eso ya te lo he dicho —respondió Alex.
—Sí, árbol de ambrosía y todo eso. Pero, estos árboles... ¿De dónde provienen?
—Pues... Todos los materiales son de origen natural, si es a lo que quieres llegar.
—Exactamente. Ese era mi punto. La magia proviene en gran parte de la esencia misma de la naturaleza, incluso los seres feéricos y mágicos dependemos de ella en ocasiones. En conclusión, no le pertenece a nadie. Tomamos su poder prestado y es responsabilidad nuestra protegerlo.
ESTÁS LEYENDO
Temporada de Sombras
FantasyUn antiguo mal, presente en Londinium desde hace tiempo, se ha levantado. Alexeí Watson, un mago inquisidor, siente como este se eleva más con cada día que pasa. Los seres feéricos están aterrados y criaturas que se creían abandonadas en las tinieb...