CAPÍTULO IV. CRIATURAS MARINAS

27 9 0
                                    


Alex estaba igual de paralizado que Johnson, ambos contemplando la figura de ojos brillantes que estaba ahí afuera, sin hacer ningún ruido o movimiento, acompañado por los rugidos de la tormenta que se oían opacados por los muros de la mansión.

—Alex...

—Silencio, Johnson.

Continuaron sin decir nada, mirando a la figura levitando sobre el patio de la mansión, rodeado por la atmósfera roja que había en el cielo, llenando sus rostros de los rayos de aquella luz.

—¿Qué esperan? —una voz habló de repente, emergiendo desde cada centímetro de las paredes que conformaban la casa, haciendo estremecer sus cuerpos con un escalofrío. Sin embargo, a pesar de lo tétrica que resultaba su aparición, Johnson pudo detectar que la voz poseía cierto carácter juvenil y masculino, incluso inocente e infantil, aunque a su vez tenía una atmósfera metálica, como si estuviera hablando desde el fondo de un pozo hecho de hierro oxidado—. ¿Se van a quedar ahí todo el día?

Alex comenzó a caminar lentamente, sacando su varita de nuevo, desvaneciendo la esfera de luz amarilla que les había acompañado desde que iniciaron sus investigaciones dentro de la casa.

—¿Qué está haciendo? —le preguntó Johnson, sujetándolo por el antebrazo.

—Debemos de ir —respondió Alex—. No tenemos otra opción. Manténgase detrás de mí.

Los dos caminaron hacia la entrada de la casa, abriendo la puerta con un crujido, viendo de frente al ser que estaba flotando en el centro del patio bajo la lluvia. Sin darle oportunidad a que este le atacara, el mago alzó su varita e invocó un poderoso relámpago celeste en su punta, usándolo como un látigo (justo como lo había hecho con los ojáncanas) para golpear al ser de ojos brillantes. El rayo, sin embargo, lo traspasó, sin ejercer ningún efecto sobre él y sin hacerlo cambiar de postura.

—Lamentablemente me encuentro demasiado lejos como para ser dañado —dijo el ser en cuanto el relámpago de Alex se desvaneció, perdiendo su potencia—. Lo que ven de mí es tan solo una proyección de lo que soy en realidad, así que no puedo tocarlos ni ustedes pueden tocarme a mí. Le advertí a las personas que vivían dentro de esa casa que no quería magos en ella, pero aparentemente me han desobedecido. Esto complica un poco mis asuntos y, aunque quisiera cobrar venganza contra ellos, me parece que ya están fuera de mi alcance. Bien por ustedes, parece ser que lograron salvarlos.

—Vete ya —le espetó Alex—. Si no puedes lastimar a nadie, ¿para qué proyectarte hasta aquí?

—Yo no puedo, pero mis aliados sí que pueden. Me han estado ayudando a deshacerme de los de tu clase. Los magos cada vez me frustran más y eso no me gusta. Veamos qué pueden hacer con ellos.

Y entonces, así como había llegado, la luz roja desapareció de repente, sin dejar rastro del ser de ojos brillantes. La oscuridad de la noche regresó, todavía acompañada por la tormenta. Una serie de relámpagos de color índigo relucieron en el cielo, seguidos de una serie de estremecedores truenos que hicieron temblar las ventanas de la mansión.

Alex y Johnson se quedaron perplejos, contemplando la lluvia bajo el umbral, sin decir nada. Vieron cómo en el patio comenzaban a formarse abundantes charcos, pero no había indicios de que algo extraño pudiera ocurrir de nuevo.

—¿Eso es todo lo que tienes? —exclamó Johnson al aire en voz alta.

—¡Chsst! ¡Johnson!

Desde los charcos comenzaron a formarse bultos hechos de burbujas y lodo, alzándose poco a poco.

Temporada de SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora