—¡Johnson! —se escuchaba la lejana voz del mago entre un mar de tinieblas—. ¡Johnson! ¡Despierte, amigo!
El hombre entreabrió los ojos, permitiendo que la luz escarlata fuese lo primero que inundara su mirada, como si se encontrara en un espacio únicamente definido por aquel color. Después, la silueta de Alex se hizo visible; lo miraba por encima de él, con un rostro preocupado y el cabello pelirrojo agitándose con una suave brisa. Johnson no tardó en percatarse de que se encontraba tumbado sobre un suelo frío y negro, teniendo al inicio la sensación de que, debajo de él, no había nada.
El mago le extendió una mano que él, de buen agrado, aunque todavía extrañado y somnoliento, aceptó, incorporándose bajo la luz rojiza. Vio que, junto a ellos, también se encontraban Lina, Gunnarr y Lady Charlotte, a quien le hacía compañía su capitán al igual que el resto de sus limitadas tropas. Todos miraban con el mismo aire de desconcierto el extraño mundo al que habían llegado. Por encima de ellos, un techo en forma de una caja torácica los cubría, de la cual la luz escarlata emanaba, cubriéndolo todo como si fuera el cielo. Sobre la superficie fría y oscura se alzaban estructuras sombrías, edificios de formas retorcidas en cuyas ventanas se vislumbraban formas de diferentes complexiones moverse, soltando gritos, rugidos y golpeando unos barrotes metálicos que les impedían salir de sus estancias.
—Esto es... —comenzó a decir Johnson, quedándose sin palabras—. ¿Qué es este lugar?
—Creo que nos encontramos en el Refugio del Hada Roja —respondió Alex con voz trémula—. Siempre estuvo junto a ella, y no pudimos darnos cuenta.
—Quiere decir... El caballo...
—Sí, Johnson. Aquí es donde ha guardado a todos los seres mágicos. Ha usado su terrible magia para contenerlos en este lugar.
—Pero... Eso es... Eso es...
—¿Imposible? No lo creo. En un mundo donde abunda la magia las cosas rara vez son imposibles, y sin embargo esta siempre logra sorprendernos.
—Imposible o no —interrumpió de repente Lady Charlotte—, debemos de buscar la manera de salir de aquí y, de paso, liberar a las criaturas que están encerradas. No parecen estar muy felices ahí en sus celdas.
—¡Miren allá! —exclamó Lina, señalando con su espada, la cual todavía conservaba su usual brillo amarillo, hacia adelante, donde una silueta vestida con túnica caminaba hacia ellos sobre el negro suelo. El Hada Roja se había aparecido también en el Refugio y entre sus manos cargaba una pequeña jaula donde un alado ser revoloteaba de un lado hacia otro, sin poder escapar de su encierro.
—¡Nix! —exclamó Johnson al verla.
La nereida pasaba la mirada con paranoia de su captor hacia sus amigos y de sus amigos hacia su captor, sin decir ni una palabra, abrumada por un agudo y paralizante terror.
—No se preocupen por su querida nereida —dijo el Hada Roja—. A ella no le haré nada a pesar de que su líder me traicionó. En cambio ustedes permanecerán en las fauces más profundas de este lugar para siempre, castigo que considero de lo más benevolente tomando en cuenta lo mucho que me han hecho enfadar.
—¡No dejaremos que nos dejes aquí y hagas pedazos mi pueblo! —sentenció Lady Charlotte—. ¡Espera a que lleguen los magos del rey y verás!
El Hada Roja se encogió de hombros y miró a la gobernadora con aire indiferente.
—¿Crees que habría hecho esto de no haberme encargado de ellos antes? —respondió—. Los intercepté antes de llegar al pueblo. Tardarán en recomponerse, y una vez que estén listos para partir yo ya habré terminado con ustedes.
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Temporada de Sombras
FantasyUn antiguo mal, presente en Londinium desde hace tiempo, se ha levantado. Alexeí Watson, un mago inquisidor, siente como este se eleva más con cada día que pasa. Los seres feéricos están aterrados y criaturas que se creían abandonadas en las tinieb...