8. FUCK ME AGAIN, PLEASE

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Osvaldo reposó su cabeza en el hombro de Aldo con los ojos cerrados, esperando que el éxtasis del momento se extinguiera por completo

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Osvaldo reposó su cabeza en el hombro de Aldo con los ojos cerrados, esperando que el éxtasis del momento se extinguiera por completo.

El problema fue que; cuando logró estabilizar su respiración, entró en razón. ¡Se había cogido a su amigo, por un demonio! Y no a cualquier amigo, sino al amigo que le gustaba.

Charlie estaría muy decepcionado de él si se enteraba... eso no iba a ser nada bueno, mierda.

No se supone que debía dejarse llevar por las provocaciones de Aldo y desatar su lado salvaje con ellas. Sabía qué; en el fondo y quizá no tan profundo, Aldo deseaba una cosa como aquella... y quizá, había hecho bien cumpliendo su fantasía; de ambos de hecho, pero eso no quería decir que no haya perdido el control, de modo que ni siquiera lo llevó a la cama. Eso sólo le demostraba que no se encontraba del todo "curado".

Mierda.

Parpadeó un par de veces para enfocar su visión, encontrándose con la bellísima imagen de Aldo medio dormido, mirándole con una lánguida sonrisa de autosuficiencia.

Joder, quería hacerlo de nuevo. Aldo se veía hermoso sin sus lentes. Pero no. No estaba bien. Debía convencer a su cuerpo de que estaba satisfecho con una sola vez. Sólo una, sólo una, sólo una...

— Valdo... — susurró el moreno.

Le miró con la vergüenza a flor de piel. No era su intención dejarse llevar de ese modo; de hecho, lo tenía rotundamente prohibido.

— Quiero hacerlo otra vez.

Los ojos de Osvaldo se abrieron tan grandes que temió se le salieran de las cuencas.

— No. —negó, completamente firme.

Aldo enfureció al instante.

— ¿¡Por qué!? — exclamó, moviéndose en protesta.

Eso ocasionó que la hombría de Osvaldo se deslizase por su interior, haciéndoles gemir a ambos.

— N-No sabes... lo que estás pidiendo. — balbuceó, con la intención de salir cuanto antes de ese caliente culo.

Pero Aldo no iba a ceder.

— Estoy completamente consciente d-de lo que te pido, Osvaldo. — susurró, meciendo letárgicamente sus caderas.

Osvaldo se retorció, cerrando los ojos y dejándose llevar por el momento. Aldo amó la forma en la que la verga del mayor se endurecía nuevamente en su interior, haciéndolo sentir lleno. De repente, se percató de un no tan importante detalle que le dejó inquieto.

— ¿Dónde están tus lentes?

Osvaldo abrió los ojos de forma dificultosa, intentando procesar la preguntar para así intentar responderla.

— Los he dejado en el auto. — respondió, tomando en cuenta por primera vez desde que llegó a casa que lo había olvidado ahí dentro.

Aldo movió sus brazos atados, poniéndolos frente al rostro de Osvaldo con una súplica silenciosa en la mirada.

Falofilia // Adaptación Aldoriana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora