2. OSVALDO PALACIOS

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Alguien "normal" podría decirle a Aldo que estaba demente, pero a él le importaba muy poco, anotarse como ayudante del equipo de fútbol; lo que implicaba lavar sus apestosas camisetas y toallas; solamente para poder ingresar sin impedimento alguno...

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Alguien "normal" podría decirle a Aldo que estaba demente, pero a él le importaba muy poco, anotarse como ayudante del equipo de fútbol; lo que implicaba lavar sus apestosas camisetas y toallas; solamente para poder ingresar sin impedimento alguno a los vestidores y observar de cerca sus posibles siguientes presas, era algo que sus mejores amigas habían calificado como "descabellado".

Pero a él le importaba realmente poco.

No era nada divertido tener que cargar con una asquerosa y maloliente mochila llena de prendas sudadas por todo el pasillo de la universidad y en su auto para la lavandería más cercana, pero todo era gratificantemente recompensado en el momento en que sus compañeros ingresaban a las duchas después de jugar y a medio vestir.

Aldo sabía cómo disimular a la hora de pasar de ducha en ducha en busca de las prendas sucias y al mismo tiempo, echar una breve mirada a los musculosos cuerpos de cada uno de los jugadores. Ama no había recibido información falsa. Todos estaban considerablemente bien dotados... pero ninguno llegaba a sorprenderle.

Incluso había tenido que descartar a Barca de su lista en el momento en que se supo que empezó a salir con una chica de la clase de sus amigos. Así que su búsqueda continuaba tranquilamente... o al menos así fue hasta que apareció Osvaldo Palacios.

¿Quién demonios era Osvaldo Palacios?

Era otro más de aquellos estudiantes de intercambio que habían ingresado a la universidad a aquellas alturas del año. Un chico bueno, educado, inteligente, aburrido, en exceso respetuoso. Era un cerebrito, una ratita de biblioteca, Sheldon Cooper 2.0... entre otros calificativos algo más graciosos. Era muy alto y usaba unos grandes lentes redondos, pantalones muy anchos y se abotonaba la camiseta hasta el cuello. También usaba suéteres increíblemente grandes y con cuello de tortuga.

Osvaldo era el típico chico que jamás mostraba más piel de la necesaria.

Aldo no tuvo nada que ver con el más alto, de hecho desconocía de su existencia hasta que Osvaldo se vio obligado a ser parte del equipo de fútbol y contrario a lo que todos pensaban, el chico era bastante bueno en los deportes sólo odiaba practicarlos, pero las chicas de toda la universidad enloquecieron cuando el muchacho se dejó ver por primera vez con el uniforme del equipo puesto.

¿Quién diría que una ratita de biblioteca podría tener tales muslos gruesos y fibrosos, dignos de un modelo a la altura de marcas como Armani?

Aldo siquiera se había dado cuenta de ello de no ser porque el chico necesitaba ganar puntos extras en el área de gimnasia y educación física, ya que era en lo único que no destacaba.

Desde ese día, Osvaldo no pudo tener sus momentos a solas en la biblioteca por la tarde pues las chicas le perseguían hasta en el almuerzo. Sin embargo, aunque Aldo podía admitir que el chico tenía una cara que podría derretir los polos y unos brazos en los que te quisieras morir lentamente, no lo encontraba demasiado llamativo y eso era debido a que era un mojigato; el pelinegro esperaba a que todos sus compañeros de equipo saliesen de las duchas para poder ingresar y hacer su aseo en privado.

Falofilia // Adaptación Aldoriana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora