9. OSVALDO PALACIOS, THE SATYR

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Osvaldo soltó un pequeño gemido cuando sintió; de nuevo, aquel roce en su entrepierna

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Osvaldo soltó un pequeño gemido cuando sintió; de nuevo, aquel roce en su entrepierna. No estaba seguro de lo que estaba pasando, pero tenía demasiado sueño, no quería abrir los ojos.

O al menos así fue hasta que distinguió un gemido más... que no era suyo.

Abrió los ojos en el momento preciso que todos los recuerdos de la noche anterior se desbordaron en su mente como una avalancha. Se sobresaltó un poco, abriendo los ojos de golpe y encontrándose con la oscura cabellera de Aldo recostada en su pecho cómodamente.

Movió las piernas un poco, notando de inmediato la razón de sus gemidos y los de Aldo. Ambos tenían las piernas enredadas con las del otro, por lo que era de esperarse que sus entrepiernas quedasen juntas y frotándose constantemente entre sí.

No le tomó demasiado darse cuenta de que no podía moverse, pues los brazos del moreno estaban fuertemente aferrados alrededor de su cintura, dejándole inmóvil. Cerró los ojos con fuerza, intentando plantearse una idea de lo que le diría a Aldo y cómo este podría reaccionar ante la historia nada trágica que Osvaldo estaba deseando contarle, pues quería que él entendiese el porqué de su actitud de siempre y la de anoche.

No iba a ser algo fácil de contar, porque probablemente el menor se reiría de él. Pero Aldo le gustaba y quería intentarlo con él. Por más que eso le costase el autocontrol, deseaba que con Aldo no fuese únicamente algo sexual.

Sintió un par de cosquillas en el cuello y miró hacia abajo, encontrándose con que Aldo parecía estar despertando pues se movía inquieto; su cabello cosquilleaba en su cuello y no pudo reprimir sus impulsos, acariciando su flequillo delicadamente.

Aldo paseó sus manos por el abdomen de Osvaldo, poniéndole nervioso.

—¿Aldito?

Aldo le miró en ese momento y Osvaldo temió que pudiese escuchar el inquieto y fuerte latido de su corazón, éste se había agitado notablemente al ver la adorable cara de Aldo recién despierto, con pequeños y hermosos ojos perezosos medio abiertos, batiendo sus largas pestañas ante él, sus labios exquisitos y rojizos como siempre y sus cabellos sobre su frente apuntando en todas las direcciones, dándole una apariencia más que preciosa.

—Buenos días, Valdo. — murmuró. Trepó hasta quedar sobre Osvaldo y le besó la mejilla. — ¿Cómo dormiste?

Osvaldo le miró estupefacto. ¿Acaso había olvidado lo que sucedió en la madrugada?

Era cierto que deseaba que Aldo recordase cada minucioso detalle como él lo hacía, pero de cualquier modo, aún no sabía como lidiar con ello. Así que no tenía idea de qué hacer o qué decir.

— B-Bien. — Se limitó a responder, forzando una sonrisa. — ¿Y tú, Aldo?

Aldo rio, sacudiendo sus hombros y confundiendo al mayor.

Falofilia // Adaptación Aldoriana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora