11. TWENTY-SIX CENTIMETERS

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— A-Ah

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— A-Ah... uff mierda, Aldo. — Osvaldo suspiró entrecortado, apretando la sábana bajo su cuerpo entre sus dedos.

Aldo lo miró atento; hambriento, deleitándose con la excitada expresión que poseía Osvaldo en su rostro. Por su frente descendían gruesas gotas de sudor, sus ojos estaban entreabiertos, más oscuros de lo usual, sus labios se encontraban muy húmedos y con porciones rojizas por las mordidas que él mismo se proporcionaba. Estaba hecho un auténtico y hermoso desastre gracias a él y eso le encantaba.

Acunó en el interior de su boca los testículos de Osvaldo, succionado fuerte y haciéndole apretar la expresión de su rostro, soltando una maldición al aire bastante fuerte.

Los lamió un poco antes de arrastrar su lengua por la larga extensión del miembro hasta llegar a la punta y mimarla con devoción, dándole pequeños besos calientes y un par de succiones que hicieron levantar a Osvaldo las caderas del colchón.

— Trágatela toda...  — demandó, llevando sus manos al cabello oscuro de Aldo.

Aldo sonrió levemente e ingresó sólo una pequeña parte en el interior de su boca, haciendo sisear al mayor.

— Sé que puedes meterla más profundo, vamos... — expresó con voz ronca.

Aldo gimió alrededor del grueso falo en su cavidad bucal, aumentando la profundidad con la que lo succionaba, los sonidos húmedos solo hacían que para Osvaldo todo sea casi demasiado. Aldo sumergió el gran miembro hinchado del mayor en su boca, hasta donde más podía, y con las dos manos abarcaba lo que no alcanzaba a entrar, masajeando con esmero y buscando hacer acabar al mayor en su boca lo más pronto posible.

Se moría por sentir el orgasmo de Osvaldo en su boca, viajando por su garganta e inundando sus papilas gustativas con el amargo sabor de su esencia. Quería sentir esa caliente semilla derramándose a lo largo de su lengua y quería que fuese abundante.

La sensación de ahogo y mareo al no poder respirar correctamente por las furiosas y nada complacientes embestidas de Osvaldo a su garganta lo hacían sentir como si fuese una puta, pero eso sólo lo excitaba mucho más. Intentó llevar una de sus manos a su propia erección, buscando un poco de alivio, sin embargo al notar el pequeño detalle Osvaldo gruñó, mirando a Aldo con los ojos líquidos en lascivia y enojo.

— Si quieres correrte, hazme correr primero. — le advirtió con la voz tan ronca como el infierno.

Aldo gimió en desaprobación, pero aquello le incentivó a hacerle terminar mucho más rápido, así que, tomando aire profundamente, logró meter un poco más de la mitad a su boca, sintiendo arcadas. La saliva se acumulaba en abundancia en sus manos, las cuales masturbaban a Osvaldo efusivamente.

Siguió chupando más fuerte y empalando su boca en la gran dureza del mayor hasta que éste movió abusivamente las caderas, dejándose caer del todo en la cama. Aldo pensó entonces que se correría, pero Osvaldo se sentó de repente y le empujó de los hombros, apartándolo por completo de su erección.

Falofilia // Adaptación Aldoriana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora