2. celeste

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Tenía diez años y su madre lo encaminaba a la parada del autobús igual que todas las mañanas. Adoraba ir de la mano de su madre, aunque sus compañeros lo molestaran en clases. Y es que los niños de su edad ya no caminaban así con sus padres, ya comenzaban la etapa en donde se avergüenzan de cualquier acto de cariño público.

Su madre y su padre eran su mundo, los amaba más que a todo porque los tres siempre habían estado solos en ese país, que, si bien era suyo, no había recibido tan fraternalmente a su familia.

El Sr. Kim trabajaba en una papelería y su madre realizaba la limpieza en un barrio de gente con muchísimo dinero, ambos estaban casi todo el día fuera por lo que el niño se quedaba todas las tardes en la casa de uno de sus amigos de escuela. Taehyung se destacaba por sus buenas calificaciones y su comportamiento de niño modelo, todos los profesores lo alababan porque hablaba poco, no era disruptivo y obedecía sin cuestionar nada. Y es que, cuando eres un niño de padres migrantes, debes adaptarte al contexto o si no vives como un marginado toda tu vida.

Cuando cumplió quince años, su forma de vivir cambió drásticamente. Un cinco de enero, su madre fue diagnosticada con un cáncer grado cuatro que la mantuvo con vida sólo unos meses después de la trágica noticia. Taehyung y su padre simplemente no pudieron soportarlo.

El chico comenzó a faltar a clases, se juntaba con un grupo de adolescentes mayores que él y hacían todo tipo de desmanes en el pueblo donde vivían. Pronto tuvieron que mudarse luego de que lo expulsaran del instituto por agredir a un compañero y amenazar a un profesor.

Tocó fondo cuando su padre enfermó días antes de su graduación de secundaria. El hombre estaba seguro de que no viviría para ver a su hijo casarse, tener hijos, ser feliz. Pero Taehyung nunca perdió la fe de que su padre combatiría esa fatídica neumonía. Se prometió que sería un buen hijo desde ese momento, lo prometió por la memoria de su madre y la recuperación de su padre.

—No quiero irme —sollozó en sus brazos en la puerta de embarque —. ¿Quién te hará tus huevos revueltos todas las mañanas?

—Tendré que conseguirme una novia —bromeó su padre dándole un coscorrón.

—Prométeme que te cuidarás, prométeme que dejarás de fumar, prométemelo.

—Te lo prometo —le dijo el hombre con esa cálida sonrisa que tanta paz traía al corazón del chico —. Y tú promete que te portarás bien, no hagas nada indebido por favor.

—Papá, ya no soy el chico de hace unos años atrás y lo sabes.

—Lo sé, estamos orgullosos de ti —confesó el hombre algo sentimental.

—Yo también estoy orgulloso de ti, papá.

Despertó todo sudado aún sin poderse acostumbrar al clima en el interior de la casa. La familia Jung era friolenta y él estaba deseoso de disfrutar algo el ambiente fresco de la ciudad. Pero los Jung insistían con la calefacción y él simplemente no lo soportaba.

Pero no podía decir nada, simplemente se armaba de paciencia y en cuanto podía salía descalzo al patio a caminar por las baldosas frías.

—Eres tan raro — escuchó a alguien decir detrás de él —, asegúrate de que mi madre no te vea o vendrá corriendo a cubrirte con una manta.

—¿Como tú la otra noche? —murmuró lo suficientemente fuerte como para que lo oyera.

—No sé de qué hablas — Hoseok lo miraba de pie en el marco de la puerta, arropado con su bata de chiporro.

Albatros - VHOPE ﹛en emisión﹜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora