XVII

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Desde que empezamos nuestra relación tuvimos una tradición.

Siempre antes de cada partido nos entregábamos un amuleto de la buena suerte en el que poníamos todo nuestro amor y ánimos. De vez en cuando le pedíamos a nuestros amigos que participarán, sobre todo en los torneos grupales, pero en los que solo estaba Ryoma era yo la que le entregaba esa bolsita con la piedra. En mi escritorio tengo todas las que él me ha dado. Son pocas, pero el gesto de la tradición sige presente.

No dejo de jugar con la bolsita una vez llegó a casa. La abuela está haciendo la cena y hablando con la TV de uno de sus programas de la tarde como de costumbre.

—Ya llegué.

—Ay, cielo —se asoma por la cocina—. Puedes ayudarme con la mesa. Hay invitados.

—¿Quién? No me has avisado.

—Nadie importante. Solo... Los abuelos y los tíos.

La respiración se me atasca.

La familia por parte de mi padre siempre ha sido especial. No en el buen sentido.

—¿Cómo? No se suponía que estaban fuera de la ciudad.

—Si, pero han venido a celebrar que vas entrado en el torneo.

Suspiro, resignada.

La abuela trata de mantener la mirada pero el tema no ayuda a que pueda mantenerla.

—Nunca han estado, mucho menos ahora. Seguro les interesa algo.

—Sabes que nunca vienen de gratis.

Suspiro. Acabo de ayudar asegurándome de que no haya nada fuera de su lugar. Lo que más llama la atención de mi familia, aparte de el gran impacto que parecen tener, es que son ordenados. Demasiado. Puede que fuera de estas cuatro pareces sean las personas más maravillosas del mundo pero una vez entrar esa faceta profesional desaparece completamente.

El timbre suene finalmente, acelerando más aún no corazón.

Con una respiración profunda, calmada, abro la puerta a nuestros invitados.

—Buenas tardes, pasar por favor.

—Cuanto has crecido querida —el abuelo es el primero en hablar—. Cada día te pareces más a tu madre.

—Como es obvio —dice el tío, sonriendo—. Los guapos siempre hemos sido nosotros.

La abuela Sumire aparece por la puerta de la sala, salvándome de contestar.

—Bueno, bueno, dejemos de compara y vamos a la mesa. Ya sabéis dónde está todo. Sakuno, querida, ¿me ayudas con lo último?

—Claro.

Salgo de la entrada, dejando a mi familia atrás y siguiendo a mi abuela hasta la cocina. Salvada por los pelos. Pienso.

Estar rodeada de la familia de mi madre siempre me ha generado una presión por demostrar que soy como ella, como ellos en realidad. Mama siempre dice que por más que quiera dejar claro que no soy como ellos, su madre insiste en hacerme ver cómo una más, al completo. Olvidando la sangre de mi padre.

La abuela (Sumire) sabe que la aprobación de mi padre siempre fue importante, incluso hoy, aunque no quiera abrirles la puerta, ella siempre les dará una buena cara.

—Que bien huele todo Sumire. Tú cocina siempre ha sabido colocarse al lado de la mía.

—Por favor, no digas eso. La tuya destaca por la decoración no por el sabor.

Golpe directo.

Me encojo en mi asiento.

—Dejando la comida a un lado. Sakuno, ¿dónde está Ryoma? ¿Él no viene?

Romance | RyosakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora