Capítulo 5

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De las puertas abiertas apareció la profesora McGonagall que marchaba a la cabeza de una larga fila de alumnos de primero, a los que condujo hasta la parte superior del Gran Comedor, donde se encontraba la mesa de los profesores. Exhalé fuertemente el aire que no sabía que había retenido, por un momento pensé que ya había llegado el falso Moody.

Observé a los niños pasar en fila, justo como en nuestra Selección, pero a diferencia de nosotros, ellos estaban totalmente empapados, y temblaban de frío o de miedo hasta que llegaron a la altura de la mesa de profesores y se tuvieron que voltear hacia nosotros.

De todos ellos solo había uno que no temblaba gracias al enorme abrigo que, obviamente, Hagrid le había dado.

Luego la profesora McGonagall puso el mismo taburete de siempre y colocó al Sombrero Seleccionador, que abrió su boca para cantar una canción. No pasó nada demasiado interesante, fuera de descubrir que el niño pequeño que llevaba el abrigo de Hagrid era el hermano de Colin Creevey, acosador y fan número uno de Harry.

La Ceremonia de Selección terminó con un niño nuevo en Hufflepuff, y así la profesora McGonagall tomó el sombrero y el taburete, y se los llevó. El profesor Dumbledore se puso en pie. Sonreía a los alumnos, con los brazos abiertos en señal de bienvenida.

—Tengo sólo dos palabras que decirles —dijo, y su profunda voz resonó en el Gran Comedor—: ¡A comer!

Las fuentes doradas vacías se llenaron de comida en un instante y todos se apresuraron a llenar sus platos, a excepción de mí. Todavía estaba un poco nerviosa, aunque más decepcionada. Las películas son un gran engaño, ni siquiera pueden acertar con la fecha de llegada de las otras escuelas.

Tratando de mejorar mi ánimo, puse un montoncito de puré de papas en mi plato y un buen trozo de carne. No solía pasar mucho, pero Theo me ayudó en esta ocasión gracias a su monótona charla sobre un libro que leyó en vacaciones y todo lo que no lo había convencido. Casi no me di cuenta cuando se acabó la comida principal y todos los restos fueron cambiados por montañas de postres.

Al empezar a comer mi segundo trozo de pastel de chocolate me di cuenta que no había forma de estar decepcionada en Hogwarts.

Una vez terminados los postres y cuando los últimos restos desaparecieron de los platos, dejándolos completamente limpios, Albus Dumbledore volvió a levantarse. El rumor de charla que llenaba el Gran Comedor se apagó al instante, y sólo se oyó el silbido del viento y la lluvia golpeando contra los ventanales.

—¡Bien! —dijo Dumbledore, sonriéndoles a todos—. Ahora que todos estamos bien comidos, debo una vez más rogar su atención mientras les comunico algunas noticias:

Nos recordó la lista de objetos prohibidos por Filch, que acababa de crecer un poco más, la supuesta prohibición de ir al bosque, así como a Hogsmeade para los de primer y segundo año, y por último que la copa de Quidditch no se celebraría este año.

—Esto se debe a un acontecimiento que dará comienzo en octubre —explicó Dumbledore ante las caras decepcionadas de los amantes del deporte— y continuará a lo largo de todo el curso, acaparando una gran parte del tiempo y la energía de los profesores... pero estoy seguro de que lo disfrutaran enormemente. Tengo el gran placer de anunciar que este año en Hogwarts...

Pero en aquel momento se escuchó un trueno ensordecedor, y las puertas del Gran Comedor se abrieron de golpe. La imagen frente a mí provocó que la comida que hace poco había consumido me recordara de su existencia con un salto.

En la puerta apareció un hombre que se apoyaba en un largo bastón y se cubría con una capa negra de viaje. Estaba repentinamente iluminado por el resplandor de un rayo que apareció en el techo. Se bajó la capucha, sacudió una larga melena en parte cana y en parte negra, y caminó hacia la mesa de los profesores.

Reencarné en El Cáliz de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora