Prólogo

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Verano de 1993

Tengo que hacer algo.

—Amabilidad Ajena Hufflepuff es Cedric —dije al aire, dando vueltas en medio de mi habitación vacía, ya que Luna y papá estaban en la sala de abajo, pintando y trabajando, respectivamente—, Cedric es el chico de Hufflepuff que resulta el campeón de Hogwarts, competidor y ganador de la copa y, por supuesto, la primera víctima de la guerra.

«Él va a morir» Me recordó mi cerebro con voz depresiva y detuve mis pasos

—No puedo dejar que eso pase, él es mi amigo —subí mi mano para jugar con los dijes en mi cuello y seguí caminando— ¿Pero cómo lo evito? —Apreté con fuerza las figuras en mi mano— No tengo idea. ¡¿Por qué Diantres tuve que conocerlo?!

Pasé los dedos por mi cabello una vez, y otra, y otra, y otra vez, hasta que lo revolví por completo y me tiré al piso.

—... ¿Y si le digo a Dumbledore? —murmuré y me senté de golpe—... Si le digo a Dumbledore que Cedric morirá si se le permite participar, tendría la responsabilidad moral de evitarlo. Podría poner un hechizo en la copa que evite que se le tome en cuenta o algo así. ¡Sí, eso puede funcionar! —sonreí tranquila de haber encontrado la solución— Pero ¿y si quiere saber cómo lo sé? ¡Oh, cierto! El próximo año estudio adivinación, y fingiré tener el don, eso lo convencerá.

Pasé unos días pensando en esa idea, confiada de que podría funcionar, y cuando estuve a punto de mandarle una carta a Cedric para verlo durante el verano, la duda regresó a mi cabeza.

—Dumbledore no cree en la adivinación. Tenía entendido que él creía que era uno mismo quien le daba el poder de ocurrir. No va a seguirme el juego, y probablemente pueda darse cuenta de mi mentira.

Los días siguieron pasando, con nuevos planes e ideas que eran tan rápidamente rechazados como venían, o pensados cuidadosamente hasta que los tiraba al fondo de mi basurero mental.

—Podría contarle todo —Me dije sentada en el alféizar con Hades acurrucado en mi regazo—... ¿Qué tal, Dumbledore? ¿Se acuerda de mí? Bueno, la chica que fue secuestrada por Harry lo ha estado engañando todo el tiempo, pero ha venido a darle toda la información necesaria para destruir todos los Horrocruxes de Voldemort. Le daré la ubicación y usted acabará para siempre con la guerra sin arriesgar la vida de un grupo de adolescentes. Por cierto, ¿esto no debería concederme alguna orden de Merlín?

Me tiré a reír con fuerza, sintiendo un gran temblor en todo mi cuerpo, provocando la huida de Hades. Me estiré por completo en el asiento y quedé con la vista fija en la luna a punto de ser consumida por la oscuridad.

—No puedo —admití para mí, recargando mi frente en el cristal helado—. No soy capaz de alterar todo y dejar el resto a la suerte. Si el correcto orden del universo dicta que estos años deben estar llenos de guerra y muerte, la caída de Voldemort no cambiará eso. Quizá habrá un mal menos, pero el siguiente podría ser peor. Y yo no sabría nada, sería igual a cualquiera de ellos.

No quería resignarme, por lo que seguí actuando normalmente mientras las propuestas seguían revoloteando en mi cabeza.

—¡Eso es! —Me paré de golpe, provocando que la mano de papá que hacía el bosquejo de su periodico se moviera y rayara la mitad de la hoja— ¡Lo siento, tuve una epifanía!

Recogí las cosas junto a papá y lo ayudé a rehacer la carátula de su próximo número, a pesar de su insistencia en que me tomara el tiempo para analizar mi revelación, y hasta después volví a concentrarme en mi idea.

—Solo tengo que evitar la entrada de Cedric en la competencia —dije inclinando mi rostro, sintiéndome boba por no haber pensado antes en la solución simple—. Convencerlo de no anotarse. Por supuesto, es sencillo.

Sin embargo, tan solo unas horas más tarde, no estaba segura. La carta de Cedric que había recibido a mitad de la tarde seguía en mi mano, pero no pude siquiera acercarme al escritorio para sacar un pergamino y responder.

—No va a hacerme caso —murmuré sentada en mi cama con mis piernas encogidas en mi pecho, en medio de la oscura y silenciosa noche—. Debe tener sus razones para entrar, y dudo que vaya a seguir mi consejo —recargue mi mentón en mis rodillas—. Dudo que pueda secuestrarlo el suficiente tiempo como para evitar que se inscriba... —entonces levanté mi cabeza con un brillo de esperanza— También están las profecías... este año empiezo adivinación... Podría decirle que tuve una horrible visión de cómo era asesinado...—automáticamente la pequeña esperanza desapareció—. Casi nadie cree en la adivinación, y él mismo admitió el año pasado su total desconfianza a esa rama de la magia.

Comencé a exasperarme y tomé una almohada para gritar contra ella, al haber dejado salir todo, me resigné por esa noche y me cubrí con mis mantas para dormir con un último pensamiento en mente.

Si no lo hubiera conocido... si él no me importara... entonces podría dejarlo morir.

—Pero no lo conozco —me dije en voz muy baja, con la vista pegada al espacio entre la cama de Luna y el suelo de donde sobresalía un marco pequeño—. No lo suficiente... Solo han pasado dos años, y apenas hablamos. No es mi hermana, o mi padre, no sabía su nombre. No era tan importante.

Quedan dos años... ¿Acaso no podría olvidarlo en ese tiempo?

Porque si tuviera que salvarlo, si en verdad fuera alguien a quién no estoy dispuesta a perder. Haría cosas muy tontas para evitarlo, me enredaría en problemas innecesarios. No estoy segura de a dónde me llevaría mi desesperación. Pero él no es tan importante, puedo prescindir de él. Me repetía eso con desesperación antes de dormir, y me lo recordaba cada día hasta que la carta del Hufflepuff fue olvidada en el fondo de mi cajón, al igual que su rostro se fue al fondo de mi mente.



Después de mucho, empezamos con la Cuarta parte de la aventura.

Reencarné en El Cáliz de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora