Capítulo 9

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Después del aviso, salí corriendo para terminar en la enfermería. Las ganas de llorar me invadieron como hace mucho no hacían, y traté de controlarme lo más que pude, hasta la aparición de Pomfrey. Mi herida en la mano fue toda la excusa que encontré, y fue suficiente. Tomó mi mano, acercándome uno de los carritos con pociones y se dispuso a curarlo mientras despotricaba en contra de Hagrid por todo el peligro al que nos exponía en cada clase.

Fueron solo una o dos lágrimas las que se escaparon cuando el escozor habitual de la poción apareció, y desaparecieron, borradas por toda la preocupación que transmitía el cuidado de Pomfrey.

Ese episodio no se repitió en el resto de la semana, a pesar de que todo Hogwarts hubiera decidido que el Torneo de los Tres Magos sería el tema oficial de todos los habitantes del castillo. Muchos rumores se extendieron entre todos: quién se iba a proponer para campeón de Hogwarts, en qué consistiría el Torneo, en qué se diferenciaban de ellos los alumnos de Beauxbatons y Durmstrang...

Nada de eso era algo que me preocupara, así que todo lo que hice mientras el mismo edificio se arreglaba para recibir a sus invitados, restregando los retratos mugrientos y aceitando las armaduras hasta que no hicieran ruido al moverse, fue dedicarme a pasar todo mi tiempo libre con Cedric.

No fue hasta el 29, justo un día antes de la aparición de los estudiantes, que me atreví a preguntar lo que deseaba.

El Hufflepuff estaba sentado en la hierba de uno de los pequeños jardines de Hogwarts, apoyando su espalda en la banca de piedra en la que dejamos nuestros libros, con la concentración en la lectura que sostenía entre sus manos.

—¿Vas a inscribirte al Torneo?

Mi voz ya no sonaba ansiosa, a pesar de lo que carcomía mis entrañas, quedando una serenidad que ni yo sabía si era falsa. Debía ser porque, de todas las cosas que me atormentaban, yo estaba segura de esa respuesta.

—Todos mis amigos dijeron que era una gran idea —apoyó una mano en su cuello, en gesto avergonzado. Siempre era así, demasiado humilde y amable. Su voz fue baja, tanto, que apenas pude escuchar lo siguiente que dijo: —Ellos creen que podría ganar.

Su rostro enrojeció con la misma rapidez que el mío palidecía.

—Pero... es muy peligroso —Traté de razonar, cambiando mi tono a uno más preocupado, claro que sin ser equiparable a mis sentimientos reales—. Leí bastante sobre anteriores torneos, y los alumnos siempre acababan heridos de gravedad. Alguno incluso pudo haber muerto. No creo que valga la pena.

Su libro quedó abierto sobre su regazo, mientras él se volteaba con una mirada extremadamente confiada.

—¿No recuerdas lo que dijo el director Dumbledore? —tomó mi mano para apretarla, en un gesto familiar, que solía hacer cuando quería ser especialmente sincero o darme confianza—. Cambiaron varias reglas para que sea lo más seguro posible. Nada malo va a pasar, no te preocupes.

Esta vez, el apretón más fuerte no funcionó, y mi gesto cambió a un ceño fruncido.

—Pero todavía podría pasar algo. ¿Acaso tú no recuerdas todos los problemas de los años pasados? Y todos los accidentes de torneos anteriores fueron eso: Accidentes. Al igual que el resto de años, algo imprevisto podría pasar.

—Te estás preocupando demasiado pronto —trató de tranquilizarme, y notando que eso no funcionaba para nada, siguió hablando—. Ni siquiera me he inscrito, mucho menos entrado, no tiene sentido.

—No deberías quererte inscribir —recalqué, perdiendo poco a poco la serenidad. El plan de convencerlo no funcionó para nada, aunque eso ya lo suponía—, creí que ya lo habíamos hablado, no vale la pena luchar por "la gloria eterna" o lo que sea. Y... Si mueres, ¿de qué sirve?

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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Reencarné en El Cáliz de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora