Para Yeonjun no existe la palabra libertad; vive encadenado a las deudas y a las responsabilidades. Vivir estresado es su día a día. Entonces, cuando acepta el empleo de ser un Sugar Baby suena tan tentador y confiable.
La Casa de Azúcar le abrirá...
Jeon Yeonjun estaba sentado sobre su cama con las piernas cruzadas, observando fijamente sus últimos diez mil últimos wones. Esto no sirve para mantener el mugroso techo sobre su cabeza y aún menos para la comida.
Está desesperado, está al límite y necesita comenzar a mover el culo si pretende seguir respirando.
Yeonjun siente las lágrimas de la frustración aglomerarse en sus ojos, pero no derrama una sola lágrima. Porque él no es una víctima.
Él no lo será jamás.
En silencio, solo y con las defensas abajo, se prometió a sí mismo llegar a la cima cueste lo que cueste. La vida no era para débiles y él no lo sería.
Acomodando el dinero, se levantó y alzó el viejo colchón con algunos pequeños resortes salidos. Minimizó el dinero lo más que pudo y lo guardó en un recóndito lugar con la esperanza de que mañana gozaría de una caliente comida.
No me victimizaré, jamás.
Él siempre fue un chico positivo y no lo dejaría de ser ahora. Algo dentro de él le dice que mañana podría ser un buen día aunque todas las señales indicaban lo contrario.
Saldría de esto.
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