Prologo.

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Tristán Halle

En algún rincón olvidado del universo, en medio de la vorágine de la existencia, se encuentra mi historia, la patética historia de mi vida, una vida marcada por la soledad y el abandono desde el mismo momento en que vine al mundo. Mi nombre es un eco lejano, apenas susurrado por aquellos que alguna vez cruzaron mi camino, y mi rostro es una máscara de silencio que oculta las profundas cicatrices de una infancia marcada por la ausencia y el desamparo.

Desde temprana edad, aprendí a convivir con la sensación de vacío en mi pecho, un vacío que ninguna cantidad de amor falso o promesas rotas podría llenar. Mi padre, un espectro fugaz en mi vida, nunca mostró interés en su hijo, dedicando su tiempo a una vida paralela, lejos del alcance de aquellos que lo necesitaban. La presencia de mi padre se convirtió en un fantasma que acechaba los pasillos de mi infancia, dejando a su paso un rastro de desolación y desconfianza.

Pero la ausencia de mi padre no fue el único peso que tuve que cargar. Mi madre, atrapada en un matrimonio desgastado por la infidelidad, se convirtió en un eco hueco de lo que alguna vez fue, sus ojos perdidos en la ilusión de un amor que ya no existía. La atención materna se desvaneció, eclipsada por la sombra de un hombre que nunca supo apreciarla, y el amor que tanto necesitaba se desvaneció en el aire, como un susurro que nadie escuchó.

Mi vida dio un giro inesperado cuando, a la tierna edad de ocho años, mi madre decidió unirse a otro hombre, un extraño con sus propios hijos y su propio bagaje de problemas. La nueva familia se convirtió en un campo de batalla, donde mi inocencia y vulnerabilidad fueron aplastadas por la indiferencia y la crueldad de unos hermanos que no conocían la compasión.

Así, día tras día, año tras año, crecí entre sombras, buscando desesperadamente un atisbo de amor y aceptación en un mundo que parecía empeñado en rechazarme. Pero la soledad se convirtió en mi compañera más fiel, tejiendo un manto de aislamiento a mi alrededor, endureciendo mi corazón y empañando mi mirada con el brillo frío de la resignación.

Y así llegamos a mis 27 años, un punto de quiebre en la narrativa de mi vida. Un momento en el que el destino, caprichoso y sorprendente, parece estar a punto de girar en una dirección inesperada. Será en este momento crucial que mi historia verdaderamente comienza, cuando, cansado de la oscuridad que me ha envuelto durante tanto tiempo, me encuentro al borde de un precipicio, con el abismo del pasado a mis espaldas y un futuro incierto extendiéndose ante mi. Ha llegado el momento de enfrentar la verdad que ha sido mi constante compañera, de desafiar los demonios que han atormentado mi existencia y de buscar la redención que tanto anhelo.

Mi vida da un giro de 90 grados cuando en medio de la noche lluviosa, una mujer me agarra con todas sus fuerzas y me quita del medio del camino donde un camión venía directo hacia mi.

No sabía que esa chica de cabello negro y de ojos celestes, tan cristalinos, tan transparentes, va a darme lo que un día tanto anhele.

No sabía cómo sentirme al ver sus ojos preocupados y preguntándome si estaba bien, todo lo que me hizo sentir fue nuevo.

Pensé que no volvería a verla después de esa noche, pero regreso a mi vida cuando llego a mi restaurante como la nueva suplente de chef.







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