Los Veteranos

7 1 0
                                    


Salí de la tienda de conveniencia, contenta de cumplir con mi parte, estaba de camino cuando recibí la llamada de mi hermano diciendo que estaba en casa, eso me puso muy feliz ya que mi hermano y yo éramos inseparables.

Salí corriendo dirección a casa, cuando llegue el salón olía a risotto con setas y trufas, aquel olor se había esparcido por toda la casa, supongo que es lo bueno (o lo malo) de tener una casa casi sin paredes ya que el salón y la cocina estaban abiertos creando una enorme sala conjunta pero dividida por una gran isla, aquella casa estaba hecha para una gran familia, contaba con cuatro habitaciones, con sus respectivos baños, cada habitación pertenecía a un miembro de la familia, menos la cuarta que era mi favorita, una biblioteca con libros hasta el techo y un precioso piano color marfil colocado en medio de la sala, toda llena de ventanales y al fondo un grandioso escritorio de roble, robusto y pesado, pero perfectamente pulido y delicado, también contaba un inmenso jardín ,una piscina y una pequeña red de vóley y por último el garaje , el cual siempre se encontraba vacío, a excepción de mi moto, ya que ni mi madre ni mi hermano estaban nunca en casa, como ya he dicho una gran casa familiar, pero siempre vacía a excepción de mi perro Cerbero y yo , pero supongo que me lo esperaba cuando mis padres se divorciaron, mi madre se volvió a su ciudad natal, pero seguía trabajando en Tokio, solo la veía de jueves a sábado y mi hermano actualmente vivía en la universidad, así que estas visitas me alegraban mucho, pero como siempre mama estaba trabajando.

Me quité los zapatos en el rellano y fui corriendo a la cocina, ahí estaba mi pequeño, pero adulto hermano, concentrado, mientras cortaba la trufa, levanto la cabeza y sonrió

-Pero si es mi hermanita- me abrazo fuerte- has crecido más? - pregunto

-Nop, sigo midiendo 1,80, parece que no llegare a la altura de mama- era gracioso porque nuestros padres eran exjugadores de voleibol, mi madre de la selección japonesa (y mide 1,83) y mi padre de la estadounidense  (y mide 1,96), lo que significa teníamos genes de altura, pero mi hermano Okami había sacado la altura de mi abuelo materno, era un pequeño chico de 1,72.

La cena paso tranquila y entre risas y le comenté las novedades del equipo, sabía que como exmiembro de este, podría darme algún consejo, Okami jugo en el Karasuno, así que sabía lo que decía.

-Sabes hay un chico este año que me recuerda a ti- llame su atención

-Lo dices porque es bajito- rio

-No, ósea si es bajito, pero tiene la misma mirada que tú, es como volverte a ver jugar – sonreí con añoranza

-La misma mirada, mi hermanita siempre tan poética- me acaricio la cabeza, como cuando era pequeña

-No te rías de mí, lo digo enserio ese chico va a cambiar las cosas - aparto su mano y se sentó a mi lada junto con Cerbero- y lo más gracioso de todo es que te tiene como modelo a seguir, que pasara cuando se entere de que El Pequeño Gigante es mi hermano- ambos reímos a carcajadas, estar con mi hermano me hacía sentir viva, pero cada vez que le miraba veía una mirada de pena, que me molestaba. Mi hermano era el que conducía aquella noche y a día de hoy aun pensaba que todo era su culpa, tanto le pesaba, que cuando me dijeron que no podría volver a jugar el también dejo, a pesar de ser lo que más le gustaba en el mundo, porque si yo no podía desfrutarlo él tampoco lo haría, ya que según él no sería justo después de arrebatármelo. Me daba rabia toda esa situación, yo quería volver a ver a mi hermano volar, reír y brillar tanto como antes, pero parece ser que ese día yo no fui la única que perdí, mi hermano estuvo a punto de matar a la persona más importante de su vida, estuvo a punto de perderme y eso es una carga de la que jamás se podrá liberar, por mucho que pasen los años.

La reina sin coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora