La Chica Secreta

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Los jardines de la mansión lucían tan hermosos como siempre, perfecto para hacer que dos sombras se reconciliaran.
—No creo que esto de resultado, siempre se aleja de Thomas.
—Usted confíe en mi y recuerde lo que ensayamos estos días. —Emilico acicalaba el vestuario de Thomas, de paso le peinó el cabello y el bigote. Luego se apartó de él para admirarlo mejor. —Perfecto, ahora tome este ramo de peonías blancas.
—Thomas daría rosas rojas.
—Son las favoritas de Angie, mi esposo las cultiva y se encargó de escoger las más bonitas, por cierto allá está. —Patrick se encontraba presenciando la escena, Thomas volteó. —¡Saluda mi amor! —Gritó Emilico para que su esposo correspondiera, levantó leve la mano a modo de saludo. Emilico sonrió. —Es tímido. Ahora nos enfocaremos en la sombra que está leyendo tranquilamente. —Caminaron más adelante viendo a su objetivo, Emilico contó hasta tres y luego le dio un empujón. —Suerte.

Thomas miró por última vez a Emilico la cual alzaba su pulgar animándolo. Era mala idea, lo sabía pero era mejor enfrentar las cosas a que luego se arrepintiera de no haber dicho nada.

Aclaró su garganta haciendo notoria su presencia, el ramo oculto tras de sí, ella alzó la mirada y lo miró sorprendida, cerró su libro y se dispuso a levantarse. —Angie no te levantes, solo vine a hablar un poco.
Ella se volvió a sentar, con su mano llevó su cabello tras su oreja. —Bien, de acuerdo.

Emilico y Patrick se acercaron para ver el momento en que le entregaría el ramo, lo cual fue muy bien aceptado.

—Vaya parece que las peonías funcionaron bien.
—Peonía ¿no es la flor que le aceptaste a Margaret?
—S-si, solo fue por cortesía.
—Claro, claro.
Patrick sintió aires de celos en su esposa, sonrió y la abrazó. —La única que despertó en Patrick sentimientos fuiste tú Emilico.
—Que tierno mi Patrick, te amo. —Besó su mejilla para luego seguir enfocándose en los dos de al frente.

Thomas suspiró. —Angie, querida ¿porqué no lo intentamos? Seamos amigos de nuevo, ¿No te gustaba Thomas?
—B-bueno si pero...—Sus mejillas se tiñeron. —Eso fue hace mucho.
—No fue intensión de Thomas decirle a tu muñeca aquello, fue impresión del momento.
—Si, entiendo, pero ella ya no está para escuchar tus disculpas.
—Pero está Angie, bueno, Evangeline, recuerdo que no te gustaba que te llamara Angie.
—Le ha tomado cariño y ahora todos la conocen por ese nombre.
—Thomas siente haber causado tanto dolor, lo lamenta de verdad.

Ella pensó en el pasado, si lo que ocurrió hace años en su vida, el como sufrió todo ese tiempo al lado de su muñeca, la pobre se sumió en profunda tristeza luego de escuchar las dolorosas palabras de Thomas, ella no estaba más y ahora cuidaba de su cuerpo.

—También merece ser feliz, ¿no lo cree así?
—Si, tal vez. —Respondió ella. —Está dispuesta a perdonarlo e iniciar nuevamente. Viví con esto tanto tiempo que no se si sea real.
—Si lo es Angie, podemos vivir tranquilos el uno con el otro.

Emilico y Patrick viendo que funcionó su plan les dejaron solos, ella solo bailaba de felicidad por el pasillo de la mansión, al haber dejado atrás a Patrick corrió de vuelta a sus brazos. —Emilico eres una cajita de sorpresas.

—¿Te lo parezco?
—Claro. —Patrick y ella comenzaron a danzar hasta que una sirvienta les dio un mensaje a ambos para que fueran con Kate.
—Señor Patrick, el señor Ricky le está esperando.
—Claro, vamos Emilico.

Se dirigieron con Kate y los demás, dentro de la oficina estaba, John, Shaun y Ricky.

—Que bueno que llegan, adelante —dijo Kate, ahora que estaban reunidos les comentaría que Edward mandó la invitación al ala de los niños hace días.

MissingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora