CAPITULO 2

494 36 4
                                    

GACELA

Me encuentro en mi apartamento, no es muy grande, pero es bastante acogedor, estoy en un barrio bastante tranquilo, si así se podría decir, sé que tengo el dinero de mis padres, que podría estar viviendo como una princesa si lo quisiera, pero ahí está el problema, no quiero estar encerrada en una jaula de oro, donde no podría respirar si mis padres no me dieran el permiso.

Adoro la libertad que tengo ahora, puedo hacer lo que quiera sin el temor de que mis padres me juzgaran.

El timbre de mi puerta suena, espero que sea la comida que pedí, no quise preparar nada, me siento bastante exhausta con el evento que tuvimos hoy, así que, solo me di una ducha, pedí algo para cenar y pienso ponerme a ver alguna película o leer un libro mientras me atiborro de comida.

Camino hacia la puerta, cuando abro, mis ojos se explayan, esta no es la comida que pedí.

-¡Joder! Amelia, te he extrañado como un loco – Sebastián respira en mi nuca, acorralándome contra la pared.

Estoy segura que mi espalda y mi culo van a doler mañana por la mañana. Blanqueo mis ojos, comienza a lamer mi cuello y jadea cuando clava su erección en mi muslo.

-¡Hola! – Le digo – En mis tiempos se saludaba.

-¡Lo siento, cariño! – Sisea – Estoy emocionado por verte.

Me tiene inmovilizada contra la fría pared. Siento como si alguien nos estuviera observando, con desprecio y decepción, una fría brisa recorre mis piernas desnudas, ya que solo llevo una gran camisa.

-¿Qué haces aquí? – Pregunto, tratando de huir de su agarre.

-Queria verte – Susurra – Moría por verte.

No hay mucha luz, ya que tengo básicamente todas apagadas, el lugar solo es iluminado por la luz del televisor y una pequeña lámpara que hay en mi sala. El pasillo del edificio está completamente entre las sombras, y solo espero que cualquier espectro que nos esté acechando salga de la oscuridad para poder huir y cerrarle en la cara la puerta a Sebastián.

Sebastián comienza a murmurar cosas sucias en mi oído, sigue besándome el cuello, restregándome la erección en mi muslo, y yo sigo aquí, dejando que lo haga, creo que Emma tiene razón, me vendría bien un poco de sexo, necesito desfogar todo mi estrés y este imbécil ha venido a mí, como mandado del cielo.

La verdad es que no estoy excitada en lo más mínimo, mi cabeza solo maquina la manera de hacer que se aleje de mi espacio personal, ya que está robándome el oxígeno, Sebastián le tiene miedo a la oscuridad y si le digo que creo que acabo de ver algo en el pasillo, se asustara tanto, que tendrá vergüenza después para volverme hablar.

Cuando intento llevar acabo mi plan, jadea y se aleja un poco, su respiración está agitada por todos los besos que me ha dado, bueno, si eso se puede decir que son besos, básicamente me estaba comiendo la boca, creí que en cualquier momento me tragaría completa.

Su cabello castaño está despeinado por mis manos y su piel blanca como la nieve está manchada con un poco de rubor. Sebastián es guapo, es alto, tiene buen cuerpo, unos grandes ojos color verdes, es ardiente como el pecado, su sonrisa tiene esa combinación de coquetería con ternura, lástima que no sepa follar y sea un completo imbécil.

-Vamos a tu dormitorio – Jadea – Necesito estar dentro de ti ya.

Lo miro de arriba abajo, debatiendo si realmente quiero tener su polla dentro de mí, sé que dije que sería buena idea, pero ahora no creo que me sirva de mucho, acabo de perder las ganas de que me entierre su polla en mi preciado coño.

OBSESIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora