Su mirada

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Rata

Es curioso lo rápido que empecé a cuestionarme la naturaleza de mi afecto por Aneeka. Lo rápido que lo que yo pensaba era cariño fraternal comenzaba a tomar otra apariencia. Y no era que de un momento a otro se estuviera transformando, entre más lo pensaba, me daba cuenta de que su naturaleza siempre había sido esta y que nunca había sido filial. Esa sensación de calidez que se esparcía por mi pecho cuando ella me miraba, las cosquillas que sentía en el estómago cuando me sonreía y el agujero negro que se las tragaba cuando tenía que verla junto a Fergus.

El vacío que abrazaba mi corazón cuando los escuchaba en la planta de arriba —en el silencio de la noche el sonido de sus gemidos se escuchaba tan claro como si yo estuviera en la habitación con ellos— y como se me revolvía el estómago. Al principio pensaba que era la incomodidad que me producía ser su mal tercio, pero luego, cuando Rudek se nos unió, mi molestia no desapareció.

Entonces lo atribuí a un efecto de mi propia soledad; al deseo de tener el amor que Aneeka y Fergus compartían —o al menos que parecían compartir en ese momento—, alguien con quien compartir mis días y mis noches. Ahora sabía que lo que en verdad quería era mucho más que eso: la quería a ella, a Aneeka.

Tener esa certeza solo hacía mucho más incómodo el tener que pasar el día entero con Fergus, pero era un sacrificio que estaba dispuesto a hacer con tal de darle a Aneeka el espacio que necesitaba. Era lo mínimo que podía hacer por haberle mentido tan vilmente como lo había hecho, y por haberla ofendido con mi beso. Porque eso era todo lo que aquel beso podía ser; tan solo una ofensa y nada más.

Salimos de Windguard, cuidándonos de mantenernos alejados de los caminos que en las últimas veinticuatro horas habían pasado a estar fuertemente vigilados no solo por la guardia de la ciudad, sino por los soldados reales sedientos de venganza por sus compañeros caídos. Esto probó ser una empresa difícil, pues el atravesar por el bosque cargando sacos enteros llenos de monedas y artículos de oro no era para nada cómodo. Fergus llevaba una caja él solo, sosteniéndola con poco esfuerzo con ambos brazos, de manera que los músculos se le hinchaban de tal forma que por poco pensé que rasgarían su abrigo. Atrás, Kroenen y yo lo seguíamos de cerca, cargando una segunda caja entre los dos. Kroenen la sostenía desde el lado derecho, mientras que yo la levantaba desde el lado izquierdo.

Tendríamos que ir lejos; lo más lejos de Windguard que pudiéramos llegar en un viaje de un día para que los restos del botín no pudieran ocasionarnos más problemas. Decidimos ir hacia el este, hasta el borde de las tierras del invierno, donde Kroenen conocía un lago oculto por un par de montañas.

Aquella estrategia suponía que teníamos que confiar en la palabra de Kroenen y en sus direcciones, lo que me ponía muy nervioso porque no me inspiraba para nada confianza, pero a Fergus le pareció una buena idea. Yo accedí a ir con ellos en parte para asegurarme que no se metieran en más problemas, y en parte porque tenía miedo; miedo de lo que pudiera pasar si Aneeka y yo nos quedábamos solos otra vez.

Supongo que en algún momento tenía que superarlo. La cicatriz de ese beso no perduraría por siempre sobre mis labios, y ese recuerdo se esfumaría con el pasar del tiempo al igual que lo que mi corazón sentía. Pero las palabras que pronunció Aneeka a la mañana revoloteaban aún en mi cabeza.

«para un beso se necesitan dos» me dijo. ¿A qué se refería? Me había llevado a pensar que quizás, en alguna parte de su ser, ella lo había deseado también. Pero tan pronto apareció el pensamiento, lo sacudí de mi cabeza; no podía permitirme pensar una cosa así. Eso suponía una traición aún más grande en contra de mi amigo.

Caminamos por unas ocho horas, tomando pequeñas pausas para comer, tomar agua y estirar nuestros músculos. El aire poco a poco dejaba de ser frío y seco, y empezaba a tornarse mucho más húmedo y denso, señalando que estábamos dejando las tierras del invierno atrás y nos acercábamos a las tierras de la lluvia.

Las Crónicas de Trymar I: Serenata de Ladrones [Versión Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora