Amada

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Aneeka

El tiempo se detuvo cuando la música acabó. Las parejas a nuestro alrededor lentamente se disolvieron en la nada. Las edificaciones, el bosque, las montañas atrás de nosotros... todo se disipo hasta que no quedaba nada más que Rata y yo de pie sobre la imagen de eclipse lunar que adornaba la pista de baile.

Mi corazón latía con más fuerza que el tambor de la banda. La tensión entre nosotros se ensanchaba, envolviéndonos por completo. Los ojos azules de Rata reflejaban la luz de la luna sobre mí, como un espejo de hielo, y sin embargo no había nada gélido en la manera en que me miraba. El fuego en su mirada resonaba con el mío; aquel que había sentido desde nuestro beso. El mismo que apenas y me había permitido dormir desde entonces, enloquecido por su proximidad. Desesperado por alcanzarlo y sentirlo de nuevo.

—Me retracto. Si que puedes bailar —solté, llenando el silencio. Estaba siendo cobarde, era cierto, pero la fuerza de aquello que ardía en mi pecho me aterraba. Me embargaba el miedo de dar otro paso en esa dirección, de encaminarme hacia un destino que me hiciera perderlo para siempre.

Entonces me regalo otra de sus sonrisas. Esas que parecían solo reservadas para mí.

—Creo que es porque contigo me siento capaz de cualquier cosa.

Y yo también lo sentía. Rata creía en mi como nunca nadie lo había hecho. Aun cuando madre y Sylvie se burlaban de mi deseo de ser la madre de Ratita, Rata nunca dudo en creer que podía lograrlo. Incluso había prometido siempre estar ahí para mí, lo cual calmaba en gran medida aquella angustia que me embargaba al tratar de vislumbrar mi vida sin él en ella.

Nos quedamos un poco más después de eso, pero ya no volvimos a bailar. La atención de Sylvie se volvió rápidamente hacia los juegos de lanzar, y yo fingí compartir su interés como una excusa para nuevamente guardar aquellos en lo mas profundo de mi conciencia aquellos sentimientos que no me atrevía a nombrar. El hecho de que mi destreza con el arco y la flecha me permitiera sobresalir en ellos también fue una agradable distracción.

Rata, por otro lado, enfoco toda su astucia en los juegos de azar. Sin embargo, cuando ya había conseguido despojar a más de uno de sus ganancias de la semana, empecé a percibir un cambio en el ambiente. La tensión aumentaba, y los perdedores enojados comenzaban a ceñirse sobre nosotros, revoloteando como tiburones en el mar, esperando probar la sangre. Fue entonces cuando decidí que era el momento de volver a casa antes de que la cerveza los llevara a tener reacciones desacertadas.

Ignorante del peligro al que estuvimos expuestos, Sylvie saltaba de alegría, impaciente por poder compartir las noticias de nuestro paseo con madre. Rata, sin embargo, no compartía aquella disposición alegre. Por el contrario, su semblante se encontraba profundamente ensombrecido, y ni bien llegamos a la casa se excusó para retirarse a la habitación que ocupaba sin siquiera dar las buenas noches. Aquella actitud me resultaba desconcertante. Desde el día que lo conocí, Rata parecía estar huyendo de algo, y me dolía darme cuenta de que a veces ese algo era yo.

—¿Cómo te sentiste? —me preguntó Sylvie cuando se deslizaba bajo las sábanas de su cama.

—¿Cómo dices? —le respondí mientras me peinaba el cabello, sin saber a qué se refería.

—Pues cuando bailaste con Rata, por supuesto. ¿Cómo te sentiste?

—¿y porque me lo preguntas a mí? Tu bailaste con él casi toda la noche, deberías saberlo mejor que yo que solo baile una canción con él. —Aquello sonó mas resentido de lo que pretendía.

—Si, bailamos varias canciones, pero ninguna así. —Sylvie rodó sobre su lado, y apoyando el codo sobre su cama, descanso la cabeza sobre sus nudillos. Me miró con la misma atención con la que se busca resolver un rompecabezas, y luego alzo una ceja de manera sarcástica —. Desearía que hubieras podido verlo desde donde yo estaba sentada. La manera en la que se miraban...como si estuvieran embrujados por el otro. Con solo verlos, mi corazón revoloteaba dentro de mi pecho como un colibrí. Ay, hermana, deseo algún día encontrar alguien que me amé así.

Las Crónicas de Trymar I: Serenata de Ladrones [Versión Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora