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Jamás pensó en encontrarse en una situación como aquella, Anthony estaba bastante seguro de que si en algún momento se llegara a casar seria pior que sería estrictamente necesario para su familia, porque para él, ellos eran lo primero e intentaba cuidarles de la mejor manera posible, aunque parecía que últimamente no estaba haciéndolo muy bien. Había tomado el cargo desde muy joven, demasiado para su gusto, no se podía permitir a sí mismo ser débil y mucho menos ir por la vida tan a la ligera, pero allí estaba, recorriendo Painshill Park con la princesa de Inglaterra sujetando su brazo, por primera vez en mucho tiempo podía sonreír como si las preocupaciones no existieran ante las ocurrencias y anécdotas de la chica a su lado.

Sentía su cabeza, el entero, en paz, como si flotara lejos de todo lo que acarreaba ser el vizconde Bridgerton, preocupaciones, su cargo y la mirada escrupulosa de la sociedad londinense. Creía que en el momento en el que alguna dama capturara su corazón sería alguien parecido a él, porque estaba seguro de lo mucho que le gustaban los retos, Delilah era todo lo contrario a eso, tan amable y a la vez tan feroz que aunque se alejara de lo que creía desear era tan igual al mismo tiempo que estaba segurísimo de que sería capaz de entregarse, en cuerpo y alma a ella si es que se lo pidiera.

— Estoy totalmente segura de que un cuadro te duraría más, Anthony — la voz burlona de la princesa logró que saliera de su ensimismamiento — Parece que te has perdido, ¿ Qué te parece si vamos a una tetería ?.

— Lo siento, es que usted es capaz de hipnotizar a cualquiera, princesa — bromeo el vizconde siendo consciente de que aquello avergonzaría a la chica quien no tardó en avanzar lejos de él con tal de que no viera cómo su rostro se sonrojaba ante sus palabras — Aunque se supone que debería ser yo quien la invitara, ¿ No es así?.

— Vamos, Vizconde. No estamos en 1500 — bromeo — ¿ Nunca se ha puesto a pensar en lo largo que es su nombre ?.

— De hecho no, siempre me han llamado de la misma forma.

— Es una pena, mucho trabajo para llamarle. En casa la única que tiene algún apodo soy yo, mis hermanos tienen nombres muy cortos y Simon no cuenta. Le llamaré Tony, no lleva mucho esfuerzo y es más rápido que llamarle Anthony todo el tiempo.

— Permitame decirle algo princesa, esta usted demente. Pero puede usted llamarme de la forma en la que le plazca.

— Lo sé, mi madre me lo repite constantemente. Puedes tutearme perfectamente, las formalidades no son lo mio.

— Está bien, Delilah.

— Lilah, puedes llamarme Lilah.

— Muy bien, Lilah. Será mejor que nos apuremos a llegar a esa tetería, me muero de hambre — contestó feliz el chico, ahora parecía más cercano a la princesa y eso no podría ponerle mas contento.



— Venga ya, es mentira — hablo a duras penas intentando no atragantarse con los pequeños panecillos y las ganas de reírse que tenía — molestare a Simon hasta que muera con esto.

— Dios, no. Me prohibió contarlo por ahí, si se entera me mata.

— Simon, señor " correcto", escupió a la reina al beber té en un concurso y pretendes que no haga nada con esta información, lo peor es que su majestad después le tiró la tetera entera.

— Hubieras visto sus caras, mamá le obligó a limpiar todo el salón, no terminó hasta la noche y desde ahí se niega a participar.

Anthony estaba no creía que Delilah no fuera consciente de lo que ocasiona en él en tan poco tiempo, el simple hecho de ver sus ojos entrecerrados por la risa o sus mejillas sonrojadas por sus comentarios lo descolocaban totalmente y no iba a negarlo, le gustaba cómo se sentía.

— Pronto será el baile de mi familia, ¿ Le gustaría ser mi acompañante ?.

— Señorita Delilah Everleigh de Inglaterra, deberia dejarme ser por una vez quien le invite.

— Tony, tardas demasiado en preguntar, puede que necesites apresurarte un poco más.

— Tomaré nota, princesa. Será un placer ser su acompañante, señorita Lilah.



— ¿ Lo has visto ? ¿ A que si ? — preguntó la princesa desbordando serotonina por cada uno de los poros en su cuerpo, ¿ podría ser alguien más feliz en ese momento ?, la respuesta probablemente sería un no, porque si fuera posible Delilah se encontraría flotando de felicidad.

— Si, Lilah. He estado detrás de ti en todo momento, solo me faltaban unas buenas palomitas y estaría viendo la mejor obra de teatro de nuestra era, ni la mismísima Jane Austen sería capaz de retratar una interacción así.

— Jane, creo que me estoy enamorando del vizconde.

— ¿ Tú crees ?, porque yo puedo oler el amor en el aire.

— Que graciosa puedes llegar a ser.

— Lo sé, su majestad casi me contrata como bufón.



— Anthony, ¿ Qué haces aquí tan pronto ? — la voz de su madre recibiendole logró que su sonrisa se agrandara aún más — ¿ No iras al club ?.

— Buenas tardes, madre — habló acercándose a la mujer para dejar después un beso en su mejilla — me apetecía pasar tiempo con mi familia.

— Vaya, eso es nuevo — Violet no podía encontrarse más confundida en ese momento, pero creía saber perfectamente cuál era la razón o más bien, quién — ¿ Que has hecho en la mañana, hijo ?.

— Dar un paseo por ahí, hace un día espléndido para estar encerrado y necesitaba un poco de aire fresco.

— ¿ Solo ? — pregunto una Violet sonriente, movía sus cejas de arriba para abajo logrando que su hijo soltara una carcajada — se te ve feliz.

— Lo estoy, madre. Muy feliz.

ᴛʜᴇ Qᴜᴇᴇɴ'ꜱ ᴅᴀᴜɢʜᴛᴇʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora