Pistas

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Draco no había querido volverse loco de anticipación durante el banquete entero, así que decidió alejarse y esperar en la entrada de la sala común de Slytherin, esperando la oportunidad para colarse. Afortunadamente, aquéllo fue sencillo, pues los estudiantes no tardaron en abandonar el gran comedor y dirigirse a sus dormitorios. Entre el revuelo del primer día, el cansancio y los grandes grupos que entraban, a Draco no le supuso ningún problema escabullirse entre ellos.

Lo que sí le costó fue esconderse, y terminó decidiendo sentarse junto a una mesa, de frente al fuego, pues no podía acomodarse en ninguna butaca sin correr el riesgo de que algún cansado estudiante decidiera sentarse sobre él. 

Aunque sabía que nadie lo veía, Draco tuvo que contener una sonrisa al pensar que eso le habría hecho gracia a Ron. O al menos, a la otra versión de Ron que tanto trabajo le había costado poder llamar amigo. Al Ron de esta dimensión, en cambio, tampoco parecía importarle mucho el problema en el que se metería el señor Weasley si su propio hijo hacía mal uso del Ford muggle cuando su padre trabajaba nada menos que en el departamento del Uso Indebido de la Magia. Al menos, esta vez habían tenido la sensatez de dejar a Hermione fuera de lo que habían estado tramando.

El haber pensado en ella tan repentinamente le ocasionó un nuevo tipo de nostalgia al que no le quedaba más que acostumbrarse. Luego, al pensar en el incidente del sauce y el de Halloween de primer año, Draco se preguntó si no habría hecho mal al obligar a su yo más joven a separarse del grupo desde el primer año. Por un breve momento pensó que quizá el incidente de los mortífagos en el mundial de Quidditch podría haber sido una mejor oportunidad para alejarse de ellos.

Pero - interrumpió una vocecita en su cabeza - seguiría siendo un Gryffindor. Y el Draco de la nueva realidad que estaba creando seguiría perdidamente enamorado de Hermione.

En realidad, teniendo en cuenta el estado de sus emociones en ese momento, no era como que eso último hubiera cambiado mucho.

Además, siendo enteramente realista - lo cual odiaba hacer - para el momento en el que había sucedido lo de los mortífagos, ya existía algo entre él y Hermione.

Había empezado de a poco, pues aunque Harry había elegido confiar, Ron aún tenía muchas reservas, en especial sabiendo que era hijo de Lucius. Hermione había iniciado en un punto medio, queriendo confiar en él pero sintiéndose insegura al tratarse de un mundo que todavía no sentía como suyo. 

Si Draco era honesto consigo mismo, él había sentido algo desde el momento en el que Hermione le había dicho que podía ser un Gryffindor. Y luego, en el Gran Comedor, ella lo había recibido verdaderamente feliz por él. Pero había sido en segundo año, de hecho, cuando ella parecía haber comenzado a notar la vehemencia con la que él la defendía de todos los que la llamaban sangre sucia. Cuando la había acompañado en sus millones de viajes a la biblioteca y la había ayudado a resolver el misterio de las tuberías. Y ella había notado que su amistad era diferente a la de los otros dos chicos. 

Para tercer año, cuando sucedió lo de Buckbeack, Hermione había buscado su mano cuando creyeron haber escuchado la ejecución, y no se soltaron ni siquiera cuando Canuto se llevó a Ron, ni cuando descubrieron que Canuto era Sirius. Ni siquiera cuando el profesor Lupin apareció y miró sus manos entrelazadas con una ceja arqueada. Y prácticamente no se habían soltado desde entonces. 

Draco recordaba con claridad el miedo aplastante de que le sucediera algo a Hermione durante todo el segundo curso. Las amenazas que ambos habían recibido, una por ser hija de muggles y él por ser un traidor a la casa de su familia. También recordaba aún la manera en la que Harry se había empeñado en defenderlos, arrastrando a Ron con él.

SacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora