XI

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—Así no es como funcionan los portales —dice Dee, echando un vistazo a su hermano. Los ojos color zafiro se encuentran con los violetas y sé que están teniendo una especie de conversación privada entre gemelos—. Realmente no quieres saber lo que pasará si metes tu brazo sin que el resto de ti lo siga después. Tendremos que ir por el camino más largo.

—El rey no estará contento —susurra Tee, pero cruzo los brazos sobre mi pecho y mantengo su mirada.

—Dijiste que me pertenecías y que era mi elección lo que hiciéramos. No se la estoy chupando a Tee, así que vamos a ir por el camino largo. 

—Lo escuchaste de la propia Alicia —dice Dee, sonando un poco...demasiado emocionado ante la perspectiva del "largo camino", lo que sea que eso signifique—. ¿Qué otra opción tenemos que cumplir? Y, en verdad, ¿no es todo esto culpa de Conejo para empezar? Si no hubiera sido tan bruto y no hubiera roto los otros, BÉBEME, entonces todo estaría bien, ¿no? O, talvez, no fuiste lo suficientemente encantador. 

—El largo camino llevará días —añade Tee, mirándome. Lo raro es que parece casi aliviado. ¿Tal vez tampoco quería que se la chupara?—. Una semana o tal vez dos, dependiendo. 

—¡¿Una semana o dos?! —pregunto, señalando la pequeña puerta—. Pero el jardín está justo ahí.

 —No —grita Tee, deslizando las palmas de las manos por la parte delantera de su camisa y luego comienza a abotonarla lentamente. Su hermano no parece inclinado a copiarlo en ese aspecto—. Los jardines están a cientos de kilómetros, y el camino es difícil; Underland no es un lugar amable o indulgente. 

Como si mi mundo lo fuera, pienso con rabia, manteniendo la mirada de Tee y aguantando hasta que Dee se interpone entre nosotros. Siento que eso es lo que Tee está insinuando, que debo haberlo tenido fácil. Como si... Mi madre está en prisión de por vida y mi padre está desconectado y se ha ido. Pasa más tiempo con los peces koi de su estanque que con sus hijas. 

—Sea como sea —digo, apretando los dientes—, puedo manejarlo. 

—Vamos, tomemos la puerta de La Piscina y alquilemos un bote, ¿sí?—pregunta Dee, girando y dirigiendo el camino de vuelta a través de la cortina andrajosa y hacia otra de las puertas que bordean el salón. Saca un anillo de llaves de oro de su cinturón y abre, el olor a salmuera y moho se desliza en el extraño pasillo. 

Respirando hondo, sigo a Dee y me meto en Underland. 

En secreto, en algún lugar en lo profundo de mi pecho, estoy realmente... aliviada de no tener que volver. 

En secreto, una parte de mí se pregunta si me decepcionaría si nunca lo hiciese. 

La Piscina es un viejo edificio desaliñado, hecho de madera podrida y situado precariamente en la orilla de un gran río. Las aguas son de un azul profundo e inestable, creando espuma al chocar contra las rocas y se separan alrededor de los pilotes del viejo muelle. Los barcos se balancean y rebotan, apenas asegurados en su lugar con cuerdas gruesas y nudos pesados. 

Todo el lugar apesta a sal y moho, como las mismas tablas de madera sobre las que estoy parada son susceptibles de caerse a pedazos y desmoronarse en el agua en cualquier momento. Está oscuro, lo cual es un pequeño alivio, este lugar es bastante extraño sin preocuparse por las deformaciones del tiempo o lo que sea. Me digo que es el mismo tiempo aquí que en casa y trato de no pensar demasiado en el tema. 

Al otro lado del río, puedo ver un espeso bosque, con árboles tan altos como las secuoyas, sus troncos tan anchos en la circunferencia del todoterreno de mi padre. No, más ancho. Lo suficientemente grande como para atravesarlo si hubiera un túnel allí. También puedo ver más de esos hongos gigantes, como los del jardín del rey, que rompen la oscuridad de los árboles con el blanco, el rojo y el púrpura, y sus laminillas brillan con una débil luminosidad. 

Mirando sobre mi hombro, más allá del rostro fruncido de Tee, veo más de lo mismo. Árboles, hongos y nada más. 

—Vamos —dice Tee, sin querer seguir a su hermano por el estrecho muelle hasta que yo lo haga. Cuando vuelvo a centrar mi atención en él, parece muy nervioso, una mano apoyada en su cuchillo, sus ojos se entrecierran con un enfoque cuidadoso. 

—¿Por qué? —pregunto cáusticamente, pasando un poco de mi largo cabello rubio sobre un hombro—. ¿Nos va a atrapar el jabberwocky? —Sesupone que es una broma, porque el Conejo Blanco dijo que el arma que había elegido podía derribar uno, pero cuando Tee me mira, no parece encontrarlo particularmente divertido. 

—¿Tienes cerillas para encender el Queenmaker? —me pregunta, y no tengo ni idea de lo que está hablando. Tee se acerca tanto que puedo sentir su cálido aliento en mis labios cuando echo la cabeza hacia atrás para mirarlo. Mido más de un metro setenta, en realidad, pero Tee sigue dominándome. Me imagino que debe medir al menos uno con ochenta. Por lo menos.

𝕬𝖑𝖑𝖎𝖘𝖔𝖓'𝖘 𝕬𝖉𝖛𝖊𝖓𝖙𝖚𝖗𝖊𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora