capítulo 7

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Me estacione fuera de la gran empresa y entré corriendo. Con un poco de suerte encontraría a mi jefe a esta hora.

Dejé de correr cuando vi dos personas que se besaban con desesperación tratando de entrar a un automóvil.

—Señor Marocchino.

Sí, era él y la secretaria rubia. Por alguna razón me sentí enojada, muy enojada.

—Señorita Brown.

Se separó de la rubia y trato de ordenar su cabello.

Ella abotono su blusa.

—Al parecer es costumbre tuya arruinar los momentos ajenos.

Sonreí sin una pizca de gracia.

—Al parecer es costumbre tuya ser tan zorra con el jefe.

Él se puso frente a la rubia y me miró con una ceja alzada.

—¿En que te puedo ayudar?

Estuve a punto de decirle que en nada, que se fuera a la mismísima mierda y que no necesitaba su puta ayuda pero la necesitaba y mucho.

—Tengo que hablar con usted señor Marocchino– Miré a la rubia —En privado.

La rubia soltó una risita.

—Nos vemos mañana Sam.

—Pero Max.

Él la miró enojado y ella abrió la puerta del automóvil furiosa cerrando de un portazo.

—Podemos hablar aquí.

—No, no podemos.

Caminé rápido a la gran entrada y luego hacia el pasillo que llevaba a los ascensores.

—¿Le suena el nombre Dylan Pachino?

—Te dije que no te metas en mis malditos asuntos, cuantas veces lo tengo que repetir.

Susurró con los dientes apretados para que no escuchara el guardia ni la recepcionista que ordenaba sus cosas.

La caja metálica abrió sus puertas y entramos.

—¡Resulta que tú y tu maldita vida de mafioso se mete en mis malditos asuntos por tu culpa Dylan y dos tipos más hoy casi me disparan en la puta cabeza y si no arreglas esta mierda de problema me van a matar a mi y a toda mi familia incluida mi mejor amiga y quizás en este mismo instante si le muestro el puto mensaje a los malditos policías!.

Grité enojada, muy enojada por qué me quitarian a las personas que más amo en este mundo.

—¿Qué?– Estaba sorprendido y me miraba atento.

—¡Me importa una mierda que seas un maldito retrasado mental!– Le pegué una bofetada —Conmigo que hagan lo que quieran pero metieron a mi familia en esto y no me voy de aquí hasta que soluciones el maldito problema.

Me miró furioso tan furioso que sentí miedo y retrocedí tres pasos chocando con la pared del ascensor.

—Alex no te pongas como una maldita perra por qué no es mi maldita culpa que este pasando esto y si no cuidas tus palabras o tus malditas manos te golpeare el trasero con una regla escolar hasta que me ruegues que pare– Estaba a centímetros de mi —No me haga enojar señorita Brown créame que no le gustaran las consecuencias.

El aire empezó a faltar y el peor error que cometí fue mirar esos lindos ojos.

—¿Porque se empeña en hacerme enojar?

—Yo no soy como todas las mujeres sumisas que hacen lo que usted quiere.

—Lo sé– Miró mis labios —Y me gusta.

Un mafioso con SentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora