Capítulo 5

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—Adios, Paul– Dije con tanto sueño que ya me tiraba a la cama y perdía el maldito trabajo.

Él maulló en respuesta.

—Maldito, mil veces maldito– Dije presionando el botón con fuerza.

Entré en la caja metálica, apoyé la cabeza en una de las paredes y cerré los ojos.

Había despertado al primer sonido que hizo el celular ya que ni siquiera había podido dormir. Me levanté de un salto y me metí al baño para tomar una ducha caliente que me relajó, luego de eso me puse un vestido negro ajustado hasta la rodilla y unos tacones altos rojos. Me tomé el cabello de forma desordenada. Me maquille con labial rojo y rimel en las pestañas.

Escuché la puerta abrirse pero había vivido mucho tiempo aquí para saber que aún no habíamos llegado al primer piso.

Bueno y como decía... Después de vestirme con la mayor flojera del mundo me tomé dos tazas de café, me despedí de Paul, subí al ascensor y ahora estoy aquí apunto de caer en un profundo sueño mientras estoy de pie.

"Te ves linda cuando piensas" Me asusté al escuchar una voz y pegué un saltito.

—Me asustaste– Dije suspirando.

—Lo siento– Dijo soltando una risita que me hizo sonreír.

Lo miré con detenimiento. Ojos marrones, cabello rubio, piel blanca, alto, linda sonrisa, labios de color rosa.

—¿Porque me miras?– Dijo un poco sonrojado con una sonrisa tímida.

Me dieron ganas de soltar un gran "Ow" y violarlo millones de veces pero pensé que sería demasiado apresurado entonces solo sonreí.

—Tienes un moretón en la mejilla– Lo miré extrañada.

—Nada importante– Dijo borrando su sonrisa.

—Y...¿a donde vas tan temprano?– Le pregunté para cambiar el tema.

—Tengo que llegar muy temprano a la oficina– Se encogió de hombros para quitarle importancia —Y...¿A donde vas vestida tan hermosa a estas horas princesa?– Me preguntó.

Ay... Santa mándame dos de estos para navidad.

Me dieron unos cinco orgasmos mentales, un paro cardíaco y un soponcio.

—Voy a trabajar– Dije ligeramente sonrojada.

—Ums...¿Te molestaría si te pido el número?– Dijo incómodo.

—No, claro que no– Sonreí.

Le di mi número y ahora anotaba el de él.

—Que afortunado es tu jefe– Sonrió.

¡Mierda! Mi jefe.

Borré la sonrisa de mi cara y miré la hora en el celular, apreté el botón con desesperación para que nadie más subiera a el y llegue tarde.

—Adios Dylan, fue genial hablar contigo hoy– Sonreí y corrí a mi automóvil.

Abrí la puerta sin ser cuidadosa y golpeé la puerta del que estaba a mi lado.

—Mierda, mierda– Susurre.

Me subí y acelere para salir lo más rápido de ahí.

Miré la hora y faltaban veinte minutos para que fueran las siete de la mañana.

—Que sueño tengo– Me empecé a quejar mientras conducía —Si no fuera mi maldito jefe le cortaría los testículos y se los daría de comer a Paul o los usaría de aretes– Dije frustrada.

Un mafioso con SentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora