Capítulo 8

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—Bueno yo me tengo que ir.

Todos me miraron y me hicieron sentir incómoda.

—No, lo mejor será que te vayas a tu apartamento con Max.

Miré al señor Marocchino como si le hubiera salido otra cabeza.

—Solo bromeaba– Sonrió y unas pequeñas arrugas se formaron en sus ojos.

Los gemelos rieron y yo aún no lo superaba.

—Te acompaño– Dijo Max.

—No es necesario, en serio.

—No te estaba preguntando– Salió de la oficina y suspire.

"Adios" dijeron al unísono.

—Adios– Sonreí sin ganas.

Caminé al ascensor y ahí estaba él apretando el botón plateado.

—¿Tenemos que fingir en la empresa?

El ascensor abrió las puertas al instante en que llegué a su lado.

—Sí, son muy astutos y pueden sospechar.

Lo miré incómoda.

—¿Qué ocurre?.

—Hablarán mal de mi, dirán que conservo el trabajo por qué soy la novia del jefe. Que conseguí el trabajo así– Suspire.

—Soy tu novio, si alguien te molesta me dices para despedirlo de inmediato.

Sonreí y negué con la cabeza.

—Estas loco Max.

—Pazzo di te– Susurró mirándome a los ojos.

—¿Qué?.

—Nada– Sonrió.

—Dime– Me crucé de brazos.

—Que no.

Frunci el ceño y me alejé mirando las puertas del ascensor.

—Hey si sigues así no creo que la boda sea muy pronto.

Me reí.

—Ingannare– Dije con un perfecto acento.

—Me encanta ese maldito asento en ti– Se acercó y me tomó de las caderas.

—Solo sé decir eso.

—Pues te ha salido perfecto.

Sus ojos miraban mis labios mientras mordia los suyos.

—Esto no es correcto.

—Contigo todas las malditas cosas me parecen correctas.

Apretó mi trasero con sus manos y escondió su cara en mi cuello.

—Ya vamos a llegar– Dije nerviosa.

El timbre sonó y se alejó molesto. Subieron muchas personas dejándonos apretados y para mi mala suerte mi trasero quedó pegado a su erección.

—Esto es mejor de lo que creí– Susurró en mi oído.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Bajó su mano desde mi cadera hasta mi pierna.

Estaba nerviosa, muy nerviosa pero todos los demás estaban en su mundo mientras mi jefe me tocaba como se le da la puta gana pero la verdad es que no me quejo.

Subió aún más su mano por dentro de mi vestido hasta llegar a la parte interior de mis muslos. Mi respiración empezaba a faltar.

Mierda.

Un mafioso con SentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora