2. Punto de partida

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Lunes, 4 de junio de 2022


Atravesando la muchedumbre del centro de la capital española, el sofocante calor hacía acto de presencia alrededor de todos los ciudadanos que en aquella mañana decidieron pasear por los lugares más emblemáticos de la misma. Hacía tiempo que no sabía nada de él, ni de Alicia. Ambos desaparecieron como el azúcar al invertirlo en un café. Se distanciaron y olvidaron todo lo sucedido hace ya dos años. Quizá fue el impacto tan personal que aquello tuvo que ver en sus vidas y el desenlace que ese caso en concreto impactó en sus vidas de una manera muy fugaz, pero que a la vez se quedaría anexionado en sus memorias para el resto de su vidas. Todo había cambiado, y aunque se le ordenó directamente a Iker de no comentar nada más de los sucesos a su compañero de vida, las circunstancias eran tan críticas que necesitaba de se ayuda. Sin él, la comisaría de Madrid se había vuelto desolada e inanimada, ya que, aquel novato policía nacional que resolvió uno de los crímenes que más afectaron a la ciudad española, decidió tomar una ausencia laboral hasta poderse encontrar lo suficientemente estable mentalmente para volver, pero las malas lenguas decían que se iba a retirar para siempre, que la labor de policía era algo que no encajaba con él, y muchas más palabrerías que era necesario ocultar para que no se formase un escándalo. 

Llegó al portal de su casa y llamó a su piso, entonó la voz de una manera más grave de la normal y dijo que venía de Correos, lo que hizo que Martín abriese como de costumbre por las mañanas sin emitir sonido alguno. Iker entabló rápidamente las escaleras y subió eufórico, a la caza de su amigo y a la vez emocionado de poder volver a verlo. Desde la desagradecida imagen de un cadáver que tuvieron que contemplar en las celdas del Centro Penitenciario Madrid III. Se posicionó justo en el umbral de la misma puerta de su casa y llamó apresuradamente tres veces, con cautela, pero nervioso a la vez. 

—No he pedido nada —dijo al otro lado de la puerta.

—Sí, a mí —dijo Iker desviando la mirada con pesadez, sabiendo que no estaba de muy buen humor su gran amigo.

Acto seguido, Martín descolgó los diversos pestillos que tenía instalados detrás de su puerta y abrió con miedo, mirando por detrás de su amigo para ver si alguien más iba con él. Al ver que no, decidió abrir y echarse a un lado, invitando a Iker a pasar con un gesto de su cabeza.

—Me alegro muchísimo de verte —dijo abalanzándose sobre los brazos de su amigo, acto que a Martín no le entusiasmó demasiado. Simplemente se limitó a darle un par de palmaditas en la espalda para no aparentar frialdad en su actitud.

—Con que Correo ¿no? —dijo Martín arqueando una sonrisa forzada y cerrando la puerta, echando de nuevo la llave y las cerraduras de su puerta.

Se sentaron en el sofá e Iker empezó a buscar con la mirada a Alicia. Vio que el pequeño piso de Martín en pleno centro, muy cerca de la Plaza Mayor, disponía de todo lo necesario para la convivencia de él y Alicia. El proceso de adopción por parte de la joven no resultó de lo más complicado, ya que, al haber resuelto el caso, su sueldo mensual y las ventas del libro que escribió después de aquella masacre, fue más que merecido para que la custodia se la pudiesen ofrecer. Observó varios cuadros y diversas fotografías que había colgadas alrededor de toda la habitación, sonriendo y preguntándole por la joven.

—Ahora está muy ajetreada con todo el tema de la Selectividad—dijo sonriendo—. Ha terminado bachillerato en un colegio concertado, cerca de aquí, y está muy feliz. Quiere ser criminóloga, ¿sabes? Por un lado me alegro. Es muy fuerte y tiene las ideas claras. Aquello le ha servido para madurar en diversos aspectos.

—No tengo duda ninguna que durante todo este tiempo lo has hecho lo mejor posible —dijo Iker entrelazando sus brazos—. Se ve que está siendo lo más feliz contigo, y que tú, dentro de tus posibilidades, estás dando tu mejor versión.

El testigo del crimen imperfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora