ACTO III

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En el antiguo campanario de Damtlan City, dos figuras se destacaban en la oscuridad de la noche bulliciosa. Kotoha, con su cabello azul claro y vestida con un uniforme escolar, estaba sentada en el balcón, rodeada de dispositivos tecnológicos y concentrada en su futurista laptop. A su lado, Xeno, con su pelo rojo y puntiagudo y un elegante traje rojizo, observaba el paisaje urbano que se extendía ante ellos.

A pesar de la tensión en el aire, Kotoha parecía más frustrada que asustada mientras manipulaba sus aparatos, claramente desconcertada por algo.

Xeno, manteniendo su habitual calma, notó los gestos de malestar de su compañera y le preguntó con tono sereno:

— Kotoha, ¿qué sucede? Has estado así desde hace un rato — Xeno preguntó con curiosidad y preocupación al notar la expresión preocupada de Kotoha.

La mirada de Kotoha se encontró con la de Xeno, reflejando confusión y agobio en sus ojos.

— Xeno-Senpai, hay algo... algo extraño bajo Damtlan. Una especie de anomalía espacio-temporal — explicó con voz entrecortada, buscando las palabras adecuadas para describir la situación.

Xeno asintió lentamente, tomando su tiempo para procesar la información. — ¿Una anomalía espacio-temporal? — repitió con calma, tratando de comprender la complejidad de lo que Kotoha estaba explicando.

— Quizás alguien ya esté investigando sobre el tema — sugirió Xeno, buscando una explicación lógica para lo que estaba aconteciendo.

Pero Kotoha negó con la cabeza, su rostro aún reflejaba perturbación.

— No, no es solo eso. Las lecturas de los sensores iónicos son inconsistentes, como si la realidad estuviera fluctuando — explicó, buscando respuestas en los datos que tenía a su disposición.

Xeno escuchaba atentamente, tratando de comprender la complejidad de la situación que Kotoha le estaba revelando. — Es sorprendente y desconcertante — asintió, mostrando interés en resolver el enigma.

— Así es... parece que las leyes del universo se están quebrantando justo debajo de nuestros pies. No es algo que pueda explicarse fácilmente — concluyó Kotoha, sintiendo la gravedad del asunto.

Xeno sonrió con complicidad, tratando de mantener un ambiente optimista a pesar de la incertidumbre. — Bueno, bienvenidos a Damtlan, la ciudad donde lo imposible parece ser la norma — bromeó, intentando aliviar la tensión presente.

Pero en ese momento...

El gráfico de barras de la laptop se desbordó, indicando una anomalía inminente. Una luz dorada en la lejanía se intensificó, provocando un estruendo que resonó en el ambiente. Una ráfaga ascendió rápidamente, culminando en una explosión que iluminó el cielo de Damtlan con un destello repentino.

Mientras la luz dorada ascendía, Xeno preguntó a Kotoha, esta vez tratando de comprender completamente la situación: — ¿Esto está... relacionado con lo que estabas explicando? Kotoha simplemente observaba, sin poder encontrar las palabras adecuadas.

Al presenciar la explosión ocre y la inaudita belleza del fenómeno, ambos jóvenes se quedaron contemplando la escena, desconcertados y ansiosos.

Mientras las luces ocre se desvanecían, Xeno, con una mirada perpleja, se dirigió a Kotoha. — Este... ¿Deberíamos informar al señor Merlinere sobre esto?—preguntó, sin saber exactamente qué hacer.

Kotoha, aún cautivada por el espectáculo en el cielo, respondió con fascinación —Sí, creo que es lo mejor...—dijo con una mezcla de resignación y determinación.

—Está bien...— Xeno suspiró, aceptando la decisión—. Veamos qué sucede...

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