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—Hoy viene un chico nuevo, por favor, no la caguen está vez.

" Roier, estamos juntos en esto, o todos la cagamos o todos la salvamos." Dijo Roger, dentro de su cabeza, aunque lo escuchaba tan fuerte y claro que Roier podría jurar que le había hablado al oído.

Este suspiró, tratando de relajarse, pues se encontraba muy nervioso.

Los últimos tres acompañantes que había tenido se habían marchado, porque no podían convivir con aquellas cinco personas completamente distintas que compartían un mismo cuerpo.

Para su suerte hasta ahora todos habían sido amables con él, no lo llamaban loco ni le gritaron, ni nada por el estilo, sólo se habían ido y no volvieron a dirigirse la palabra.

O al menos eso era lo que hasta cierta parte Roier sabía, pero él al ser el anfitrión, las otras personalidades no le contaban lo que pasaba al ser estas las que controlaban el cuerpo.

Roier había sido diagnosticado con Trastorno de Identidad Disociativo hacía aproximadamente tres años, cuando de repente luego de su baile de graduación algo había ido muy mal.

Esa noche se había ido junto con Natalan, a su casa, siendo este su interés amoroso estaba más que claro que su intención era tener sexo con él, pero tan solo fueron un par de besos calientes y después ya no lograba recordar absolutamente nada más de lo que había pasado luego de ello.

Despertó al otro día en un hospital, sin tener la más remota idea de qué había pasado.

La enfermera, el médico y el psiquiatra que lo visitaron y lo cuidaron un par de semanas también para ayudaron a adaptarse a la nueva noticia.

La noche anterior se había sentido algo incomodo con los besos de Natalan, y tan solo eso fue suficiente para que otra parte de su ser tomara el control del cuerpo, aquel que después con el tiempo conoció como Melissa, su protector, encargada de protegerlo de cualquier situación sexual con la que no se sienta a gusto.

Natalan se había dado cuenta de que había algo mal, y se detuvo, cuando le preguntó si estaba seguro, fue Melissa quien asintió, pero el pelinegro seguía notando algo raro.

Quizás si Natalan le hubiera tomado importancia, hubieran tenido sexo desenfrenado, para que al otro día no recordaría nada y culpara al alcohol, pero no fue así, porque Natalan era muy bueno, demasiado.

Melissa era muda, sabía lenguaje de señas, y fue luego de un rato que respondió con sus manos a las preguntas del contrario.

Roier no tenía ni idea del lenguaje de señas, luego de aquello, Natalan se había alejado y llamó a su padre adoptivo, el cual lo llevó al hospital, creyendo que había algo malo, porque ninguna de las actitudes de Melissa coincidía con las de su hijo.

Se dio cuenta que allí no estaba el niño que había adoptado cuando tenía once años: Melissa diría que sí a todo, incluso a cosas que Roier odiara, también se encontraba el hecho de que no hablaba y se comunicaba con señas, aunque intentaba hacerlo lo menos posible, ese no era su hijo, ese no era Roier.

Al explicarle lo sucedido al médico de guardia de aquel hospital, la situación no estaba ni cerca de terminar.

Todo ya estaba lo suficientemente raro cuando apareció una tercera persona en él.

Roger, cómo se había presentado después, el protector principal, y fue quien respondió todas las preguntas del médico, y después del psicólogo de guardia, un pobre estudiante que parecía muy asustado.

—No estoy en condiciones de responder. — Dijo, con una voz más grave y sería, definitivamente más intimidante que el tono de voz normal del joven que todos conocían— Papá, ¿Podemos ir a casa? Estoy cansado.

THE ALTERS | SpiderbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora