Capítulo Uno

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N/A: Esta historia en realidad es una adaptación. Cuando lo imaginé con las personalidades de Enid y Wednesday, la historia simplemente me pareció perfecto para ellas.

Sin más preludio...

Un ángel en Nueva York

—¡Llego tarde! —miró su reloj otra vez y tomó aire para acelerar la carrera, casi tropezando con sus propias zapatillas. Es decir, ya debe de haber empezado la misa, y ella apenas se había acomodado bien el uniforme antes de salir de su pequeña pero confortable habitación , con la cama sin hacer posiblemente. Dándose cuenta de que incluso había dejado de escuchar las campanas, divisó la entrada con una sonrisa animada y aliviada, justo antes de... —¡Ay!

Tropezó con una de las gradas de la entrada, ocasionando que varias personas sentados cerca de allí la vieran con curiosidad. Enid enrojeció pero no dejó de avanzar no sin antes bajar la mirada muy apenada hasta sentarse en un espacio cerca de las últimas filas tratando de ignorar el dolor de su dedo gordo del pie. Una niña a su lado ignoró su saludo inicial mientras distraída jugueteaba con el celular de su mamá. A Enid le pareció algo maleducado.

Al otro lado de la ciudad el sonido de instrumentos comenzaba una canción que cierta pelinegra ya conocía de memoria.

—Ahora... "Rockstar" espero les guste... —bajó la mirada hasta su confiable guitarra y le dio el primer acorde, sus dedos empezaron a moverse de manera automática y sus compañeros detrás la siguieron apenas pocos segundos después. Miró a Yoko en su batería por el rabillo del ojo y esta a su vez le sonrió mostrando sus dientes blancos y esos lentes al estilo hippie, ocultando quizá una resaca. Wednesday rodó los ojos mentalmente.

—"Solo soy una chica de Nueva York, quiero cantarte suave al oído, esa sonrisa me hará volar hasta el cielo... hasta el cielo. Yeah, soy tu chica de Nueva York..."

El bajo sonó y el solo de Ajax pareció dejar a todos eufóricos mientras iniciaba el coro junto al bajo, haciendo que los fans alzaran mucho más alto sus pancartas mientras se sacudían emocionados. En medio de silbidos y alabanzas, Wednesday siguió el ritmo de los instrumentos, de su música, y la voz suave salió de sus labios, lanzando el estribillo. Su corazón latió emocionado sin importarle el dolor en la garganta...

—Pssst.... niña —llamó su atención. Hace minutos la niña había dejado de mirarla molesta y ahora la ignoraba olímpicamente escuchando música a través de los audífonos. A juzgar por Enid, el ruido de aquella canción era peligrosamente alto para los oídos de una niña.

Intentó llamar nuevamente su atención con gestos que incluso la mamá de aquella niña trató de ignorarlos con vergüenza. La niña la miró con una mala cara que hizo a Enid fruncir el ceño.

—¡Quítate los audífonos! —susurró casi en un grito. La niña se quejó.

—¡No molestes! —. Enid ya enojada más que sorprendida por la irrespetuosa niña, tomó el celular que la mocosa manejaba y tiró un poco del aparato con el fin de arrebatárselo. No contaba con que la pequeña demonio opondria resistencia y tiraría de vuelta, sorprendiendo más a Enid por la osadía.

—¡Dame el celular!

—¡No!

El forcejeo tal vez hubiera terminado, quizá la mamá de la niña maleducada hubiera intervenido, quien sabe. Sin embargo, ninguna situación de poder evitar lo que pasaría después pasó y el forcejeo llegó a tal que de un movimiento brusco y casi violento, los audífonos se desconectaron y la música estridente a todo volumen continuó sin piedad mientras todo aquel que intentaba no dormirse con el monólogo del ministro ponía la mirada ya espabilada en el origen de aquella música sacrilega.

¡"Un ángel caído en Nueva York, soy tu ángel caído en Nueva York, solo bésame hasta llegar al cielo, voy a conocer a Jesús Yeah..."!

Enid y sus metidas de pata...

De vuelta al otro lado, unas horas después Wednesday se encontraba ya descansando tranquilamente en el bus, vestida con la ropa de diseñador y el cabello recién arreglado lista para volver a casa. Larissa Weems, su manager y directora para la disquera para la que habían firmado contrato por años, la miró analítica. Wednesday sabía lo que su jefa estaba a punto de decir.

—Has estado forzando la voz desde que empezó la gira, esto no va a continuar así.

—Estaré bien, preocúpese más por promocionar el tema que estrenamos hoy —fue lo único que atinó a decir, cansada y sin querer discutir. —Además, tendremos unos meses de descanso antes de la siguiente gira y el lanzamiento del siguiente álbum... —cerró. Weems rodó los ojos.

—Has tenido que hacer los solos sola y creo que la gente ha empezado a notarlo a juzgar por los videos en línea... —empezó Ajax también, mirando agotado su celular. Wednesday lo miró acusatoria. Él se limitó a suspirar. —Es que es cierto, no siempre tienes que hacerlo sola Willa.

Patético. Sí podría, y sí lo haría.

—¡Exactamente! No puedes sola, aunque tu orgullo disfrazado de ego diga que no, necesitas una segunda voz ¿no es así? Saben que tengo razón.

Yoko, cruzada de brazos en los asientos de atrás se limitó a hacer una mueca de aprobación. Ajax sonrió. Wednesday se vio exasperada pero no dijo nada.

—Desde mañana, traeré a otro chico, un nuevo integrante ¡eso es! ¡¿A que sería refrescante?! La prensa estará encantada —aseguró mirando al grupo por el retrovisor de manera encantada.

Wednesday desvió la mirada reprobatoria y asesina de la cara iluminada de Weems y observó por la ventana polarizada, afuera el ruido de los fanáticos que aún se congregaban alrededor de ellos le pareció algo asfixiante.

Y debajo de esa máscara, la pelinegra ya construía un plan para convencer a su manager de que no necesitaban a otro vocalista que lo acompañara.

Si fuera posible, se desharía de aquel chico antes siquiera de que pisara el estudio de grabación.

Seguramente no era tan bueno como ella, definitivamente.

—Quiero verlo, si no tiene mi aprobación no puede entrar al grupo, son las reglas.

Weems sonrío casi triunfal. —¡Por supuesto! El chico canta como un ángel, un ángel, lo escucharás por ti misma.

Wednesday esperaba y estaba segura de que la percepción de Weems estaba errada.

—¿Crees que hubiera sido mejor ignorar a la niña? —lamentó Enid mientras tallaba suavemente el cuello de Miguel, cubierto de polvo y algo de suciedad. El ser inerte de yeso pareció mirarla. La rubia suspiró y se acomodó un poco más, tratando de alcanzar la nuca de la estatua. —Por supuesto, quizá la hubieran castigado a ella y no a mi... —miró de nuevo los ojos concentrados de la escultura. —No que ustedes sean un castigo, por supuesto...

Luego de aquella escena vergonzosa que había armado delante de muchos congregados, Enid había sido reprendida por la madre superiora luego de terminado la misa, y como "castigo" lo único que pudo hacer fue mandarla a limpiar las estatuas del jardín de su iglesia no sin antes mandarla a rezar tres ave Maria y dos padre nuestro.

—Esto no estaría pasando si hubiera llegado tarde —empezó haciendo una mueca de desagrado al notar popó de ave en el trasero de Miguel. —Veo que tienes popó, con razón tienes esa cara Miguel —sonrió la rubia para luego acomodarse un poco y llegar al lugar sucio. —Te prometo que no tardaré mucho. —. Agarró el trapo aún más fuerte y empezó a tallar nuevamente.

Sería un día largo.

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