𝓫. 𝟢𝟢𝟤

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OMNISCIENTE

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𝐋𝐀𝐒 𝐑𝐈𝐒𝐀𝐒 𝐃𝐄𝐍𝐓𝐑𝐎 de la pieza de Calista eran imparables. Y justo ahora, Pedri también agradecía que su habitación se encontraba incluso un poco más apartada de las demás, pues, de no ser así, nunca le daría las cosquillas matutinas cada que se quedaban a dormir juntos.

La pelinegra luchaba entre las carcajadas mientras las manos de su amigo ponían pequeños piques en sus cortillas. Pedri yacía sobre ella mientras escondía su cara en el cuello de la chica, pues, al estar con su espalda arqueada por la agitación, él tenía el espacio suficiente cómo para que Pedri pudiera arrastrar su nariz por el espacio.

¿Qué si habían dejado de ser así de cercanos desde que Mario y ella empezaron su noviazgo? Pues no. Mario estaba perfectamente consciente del lazo que ambos mantenían, y nunca se opuso ante las muestras de cariño que ellos tenían cuándo estaban juntos. Aparte, Castellón confiaba perfectamente en su novia, sabía que no pasaría a más que de una amistad.

—¡Ya para, Pedri! —lo empujó por los hombros con la fuerza suficiente cómo para tumbarlo junto a ella. Ambos respiraban agitadamente, siendo ese el único ruido en la habitación de la escocesa, el aire acondicionado aún encendido en el lugar daba el clima agradable que les gustaba a ambos, ni muy frío ni muy caliente.

Totalmente lo opuesto con Mario, pues el chico prefería dormir con el aire acondicionado a tope, haciendo que la chica pasara frío por la noche hasta que se levantaban al siguiente día.

Cabe aclarar que Mario nunca se había quedado en casa de Calista a dormir. Las pocas veces que pudieron dormir juntos fue en casa del chico, pues las lluvias de Barcelona obligaron a Calista a no llegar a dormir a su casa ese día.

BASOREXIA | pedri gonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora