capítulo 5

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Con las manos temblorosas, Martin desdobló la carta y sus ojos se movieron rápidamente sobre las palabras impresas. La noticia lo llenó de una mezcla de emoción y ansiedad: "Usted ha sido admitido en el concurso debido a su gran intelecto". Las instrucciones eran claras y precisas, debía presentarse el sábado a las 10 en punto en un parque, vestido con traje y llevando consigo algunos objetos personales, como un libro, un juguete, entre otros.

La emoción inundó a Martin tanto que saltó de alegría. Sin embargo, un recordatorio constante resonaba en su mente: ser admitido era solo el primer paso, la verdadera victoria residía en ganar para poder cobrar el premio. Con determinación, dedicó los días siguientes, jueves y viernes, a estudiar todo lo que pudo: álgebra, historia, ciencias, absorbiendo conocimiento como si fuera una esponja.

El sábado llegó, y Martin estaba vestido exactamente como se le había indicado. Llevaba una mochila colgada a un lado, cargada con un libro y un oso de peluche, algo que le extrañó, pero supuso que tal vez era para calmar los nervios, como les habían instruido.

Al llegar al parque, se encontró con otros once concursantes, todos vestidos de traje como él. La atmósfera estaba cargada de nerviosismo y expectación, mientras esperaban en silencio el comienzo del desafío.

De repente, una furgoneta blanca se aproximó al lugar. Lo que Martin notó de inmediato fue el distintivo del vehículo: un logo de libros y artefactos académicos, aunque la estética infantil de la furgoneta era desconcertante. Sin embargo, recordó que este era un concurso de conocimiento, por lo que el aspecto exterior podría no reflejar lo que estaba por venir.

La furgoneta se detuvo frente a ellos, invitándolos a subir, y así, con un palpitar acelerado en el pecho y una mezcla de emoción y nerviosismo, Martin subió a la furgoneta, dando comienzo a lo que prometía ser un desafío intelectual sin precedentes.

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