Cap 23

121 11 1
                                    

Septiembre terminaría en una semana, y sabía que el tiempo corría tan rápido que casi me alcanzaba. Mis calificaciones
habían bajado, mantenerme despierta en las clases parecía un trabajo imposible. Sam aún me mantenía despierta toda la noche. La Sra. Eun dijo que eran probablemente cólicos y que, además, tomando la medicina para gases lo ayudaría a aliviarse. Mi madre seguía estando cada vez más retraída, hasta el punto de que tenía que llamarla desde la escuela para comprobar y asegurarme de que recordaba darle de comer al bebé.
Varias tardes, cuando llegué a casa, parecía que no le habían cambiado el
pañal en mucho tiempo. Cada vez que lo limpiaba, le aplicaba la crema
que había encontrado en la farmacia. Traté de explicarle a mi madre que esto
no era bueno para él, pero no pareció escucharme. El bebé la necesitaba. Yo
no era capaz de despertarla y hacer que se enfrentara con el hecho de que
tenía un bebé ahora.
Mi hermanito me tenía solamente a mí, y yo necesitaba volverme dura para
no venirme abajo tampoco. Cuando más pensaba en la universidad, más
descubría que no habría manera de que yo pudiera ir y dejarlo con mamá.
Él no podía sobrevivir. Consideraba dejar la escuela para ponerme a trabajar. La formula y los pañales costaban una fortuna. La idea de abandonar la escuela y obtener mi certificado por correspondencia cruzó varias noches por mi cabeza, cuando llegaba a casa para encontrarme al bebe llorando y con hambre y mi madre gritando en su habitación que hiciera algo con él. Mi vida iba en una espiral cuesta abajo, y parecía que cuanto más me esforzaba por controlar el incendio, peor se ponía.
Me desperté con la cabeza sobre la mesa de la cocina y un biberón vacío en la mano, y mi hermanito llorando en su cuna a mi lado. Froté mis ojos para concentrarme, miré la hora, y noté que me quedé dormida. Salté y preparé otra botella y le di de comer. Intenté dos veces que mamá saliera de la cama y me ayudara, pero me lanzó la almohada y me dijo que tenía dolor de cabeza otra vez. Me las arreglé para vestirme y recoger la tarea que estaba esparcida por toda la mesa mientras yo me encargaba del bebé toda la noche. Cambié el pañal  y su ropa, y por supuesto, justo en
ese momento se quedó dormido. En cierto modo, agradecía que durmiera
tanto durante el día, ya que si no lo hiciera, me preocuparía lo que mi madre
podría hacerle. Yo ya la había visto encerrarse en la habitación más lejana
de su llanto.
Fui a decirle adiós a mamá, pero ella dormía profundamente otra vez. No tenía sentido despertarla. Me dirigí a mi bicicleta y, de repente, el mundo pareció estremecerse. Me detuve y me apoyé en la casa hasta que el temblor pasó, y luego fui a buscar mi bici. Mi estómago se revolvió como si hubiera comido algo malo. Enfermarme no estaba en la lista de “cosas por hacer”. No tenía tiempo para eso. Tenía que ir a la escuela. Salí de la calzada y me dirigí hacia el semáforo principal, de pronto todo pareció
volverse borroso. Giré en la calle principal y me dirigí hacia la escuela lo
más rápido que pude. Era como si estuviera conduciendo hacia un túnel
que cada vez se hacía más pequeño, el mundo que me rodeaba se volvía
tenue. Todo se volvió negro cuando la escuela estuvo a la vista.
Un dolor agudo en mi cabeza me despertó. No podía abrir los ojos,
así que estiré la mano para sentir algo cálido y húmedo en mi cabello. Algo
brotaba de algún lugar. Mi brazo se sentía pesado, y no podía controlarlo.
Lo dejé caer, y mis ojos aún no querían cooperar. Lentamente, me adentré
en la oscuridad. Le di la bienvenida, porque me recordó a mi manta
oscura, y quería que el dolor desapareciera.
Floté a través de mis recuerdos. Un viaje sin dolor. El rostro de Jk sonriéndome me llenó de felicidad, y la sensación de hormigueo por su cercanía también. Vi a Jk agacharse frente a la niña en la tienda de comestibles, y mi corazón se agitó al recordar su cara cuando la besó. Jk
inclinándose sobre su guitarra, cantando “Wanted Dead or Alive” me hizo
reír, pero por alguna razón no pude. Y luego Jk cantándome en la luz de
la luna y abrazándome. Más recuerdos que intenté duramente reprimir
regresaron, eran tantos que quise reír, pero no podía. La manta pesada
hacía imposible moverme. Así que me quedé allí y disfruté de los recuerdos
sin dolor. Y, al igual que antes, la oscuridad llego, y me adentré en ella.La música y una voz que reconocía me llamaban. Intenté fuertemente apartar la pesada manta para que pudiera acercármele.
Conocía esa voz. La música venía de él. Su voz sonaba triste, pero sus
palabras le pertenecían. Era mi canción. Luché contra la manta, pero seguía siendo demasiada pesada, y la oscuridad se apoderó de mí. La canción se desvaneció.
Mi cabeza latía con fuerza y mis brazos hormigueaban. Traté de mover mis dedos, y funcionó. Intenté mover mi pie, y lo moví. El manto oscuro se había marchado. Quería abrir los ojos, pero la idea hacía que mibcabeza palpitara más. No creía ser capaz de abrirlos aún. Por alguna razón, la oscuridad me había dado un dolor de cabeza horrible. Recordé el líquido caliente en mi cabeza, y me pregunté si eso me causó problemas.
Levanté un brazo, pero sólo conseguí levantarlo un poco antes de que cayera de nuevo.
Alguien se movió a mi lado
Jk: ¿TN?
Mi respiración se detuvo, y esperé para ver si podía oír esa suave voz
decir mi nombre otra vez.
Jk: Tn, ¿Me oyes?
Quería hablar, pero no estaba segura de si las palabras saldrían, así que me quedé en silencio. Una mano cálida se deslizó en la mía, y mi brazo
se estremeció de un modo familiar. La mano debía pertenecerle a Jk.
Jk: Tn, por favor, si puedes oírme, demuéstramelo. Te vi moverte.
Puedes hacerlo de nuevo.
Era Jungkook. Su voz sonaba preocupada y ansiosa. Moví mi mano en la suya y traté de abrir los ojos. La luz me lastimó, y dejé de intentarlo.
Jk: Puedes oírme. De acuerdo, nena, escucha, iré a buscar a la enfermera.
¿Enfermera? ¿Qué enfermera? No quería que se fuera. Apreté su mano con fuerza, intentado aferrarme a él, y luego le oí reírse entre dientes, y, de repente, el peso se desvaneció, y pude inhalar. Mis labios formaron una sonrisa esta vez, y su cálido aliento me hizo cosquillas en mi
oído.
Jk: No voy a dejarte. Lo juro, pero por favor, déjame buscar a la enfermera
Susurró, y la piel de gallina se erizó en mis brazos. Él rió suavemente, y su mano dejó la mía.
La habitación se quedó en silencio, y la oscuridad comenzó a volver.
Quería luchar contra ello. Quería ver a Jk. Necesitaba ver su rostro. Pero
venía a mí de todos modos, y una vez que dejara que se acercara, flotaría
en ella, incapaz de controlar su fuerza.
Un sonido cálido apareció en mis oídos, y luché por comprenderlo.
Cuanto más me acercaba, más claras parecían las palabras. Eran
familiares, pero no era capaz de estar lo suficientemente cerca para
entenderlas. Luché contra la oscuridad y me esforcé por escuchar las
suaves palabras que parecían enviar oleadas de calor a través de mi
cuerpo frío. Apreté mi mano para asegurarme de que podía controlarlo, y
luego llegó el silencio. Las palabras se detuvieron, y yo quería escucharlo
de nuevo. Intenté hablar, pero nada parecía salir. Apreté nuevamente y el
calor en mis manos me recordó que no estaba sola.
Jk: ¿Tn? ¿Puedes oírme?
Quería decir sí, pero en cambio me las arreglé para mover la cabeza.
Jk: No me iré esta vez, nena. Me quedaré justo aquí. ¿Puedes abrir los ojos para mí?
Su voz sonaba tan ansiosa y preocupada que quería tranquilizarlo.
Pero la luz parecía demasiado brillante. Tenía que decírselo. Me concentré
mucho en las palabras, y entonces recordé como hablar.
Tn: Las luces
Me oí decir con voz ronca.
Jk: Las apagaré. Espera un segundo
Su mano se fue, y entonces pude ver la oscuridad en el otro lado de mis párpados. Su mano se deslizó de regreso en la mía, y la apretó.
Jk: Por favor, abre los ojos para mí
Todo parecía borroso en la oscuridad. Parpadeé lentamente, y las cosas comenzaron a aclararse. Busqué a Jk primero y rápidamente lo encontré justo a mi lado. Parecía agotado. Sus ojos tenían círculos negros debajo de ellos.
Jk: Ah, allí están mis hermosos ojos
azules
Jk: Hola.
Luché por hablar con mi garganta reseca. Él sonrió, y mi corazón se agitó como de costumbre.
Tn: Hola —dije en voz baja
Tn: ¿Porque estás aquí?
Pregunté, pero deslicé mi mano libre hasta mi garganta y fue entonces cuando descubrí que tenía tubos en mis manos. Lo miré fijamente, confundida, pero ahora el hecho de que él llamaría a la enfermera tenía sentido. Me encontraba en un hospital.
Jk: Estoy aquí por la razón por la cual me levanto cada mañana, me necesitas tanto como yo te necesito, obviamente.
Cerré los ojos, tratando de entender lo que quería decir.
Jk: Por favor, no cierres los ojos nuevamente
Rogó en voz baja.
Los abrí de inmediato. No entendía su urgencia y preocupación. ¿Y porque parecía tan cansado?
Tn: ¿Por qué estoy aquí?.
Suspiró y besó la mano que sostenía.
Jk: Estabas agotada y te desmayaste mientras montabas tu bicicleta. Te golpeaste la cabeza con tanta fuerza que te la abriste. No te encontraron de inmediato
Se detuvo y parecía estar luchando por las palabras
Jk:  Para cuando te trajeron aquí,
estabas inconsciente, y no podían decirme si regresarías a mí.
Luchó con la última parte, y yo apreté su mano tan fuerte como
pude.
Tn: Lo hice.

Brisa MarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora